Pigmalion

 



Corto de café: En compañía de John Updike.

 

Secretos de alcoba

             

“Lo que más le gustaba de su primera esposa eran sus dotes de imitadora; después de una fiesta, dada por ellos o por otra pareja, ella imitaba para él lo que habían visto, las caras, las voces, torciendo su linda boca en pequeñas contorsiones que evocaban, durante un sorprendente instante, la presencia de un amigo ausente”.

 

   No hemos congeniado mucho este ‘corto de café’ y yo, un pequeño relato que me ha dejado desaborido, encontrándolo demasiado americano y bastante burgués. Una anodina conversación de dormitorio de matrimonio bien situado, sin más. La descripción de una salida nocturna (una fiesta de la jet-set del momento) con una vida social acorde a su posición, con sus dimes y diretes.

   No esperaba escenas de sexo a tutiplén, ni alta política, tan poco espionaje a gran escala, pero… ‘me quedé como estaba’. Hay una cuestión que tengo bien clara, no iría al baile benéfico de ‘Salvemos a las ballenas’ ni por todo el oro del mundo. Siempre rodeado de gente encopetada, estiradilla, envarada, presumiendo de lo que son y no son, criticándote a tus espaldas, mintiendo descaradamente y luciendo sus mejores galas. ¡Buf! Menuda tribu, un buen ejemplo del animalario que componemos la gran ciudad.

   Probablemente el amigo Updike esté realizando una crítica junto a una perfecta descripción de la clase media-alta americana de su tiempo, -aunque creo que no ha cambiado mucho en este corto período de tiempo- un buen retrato del mundo que les rodea, pero en este caso comentado en un ambiente más íntimo como es la habitación y el tálamo matrimonial. Como diríamos en España, las clásicas conversaciones de alcoba, unas ‘matrimoniadas televisivas’ pasadas a relato corto.

   No me termina de convencer este tipo de narraciones pues las veo insípidas por muy multipremiado que esté el autor, lo siento. Updike como Borges y otros muchos, fueron unos eternos candidatos al Nobel. En estos asuntos pasa lo mismo que ser seleccionador de futbol de España, cada uno de nosotros siempre tendremos a nuestros favoritos.

“Y mientras su mano izquierda trabajaba en la suave, cálida y flexible piel, su esposa, aquella pequeñez que era exclusivamente de ella, se puso fuera de su alcance. Noche tras noche, se quedaba dormida”.



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