En la colonia penitenciaria
En la
colonia penitenciaria – (Franz Kafka)
Corto de café: Un viaje hacia la maldad humana.
Una máquina de
horror y tortura
“Es un
aparato peculiar, dijo el oficial al viajero, mirando con cierta admiración al
aparato, con el que, por supuesto,
estaba completamente familiarizado”.
Menos
mal que Max Brod, el amigo de Kafka no le hizo ni puñetero caso cuando a su
muerte le ordenó quemar todos sus escritos, los publicados y los sin publicar,
y hasta la fecha, los lectores podemos corroborar que hizo lo correcto, que ha
sido uno de los grandes aciertos de la literatura mundial, consiguiendo que 'el silencio de las sirenas’ nunca fuera apagado.
Este
texto de “En la colonia penitenciaria” fue publicado en 1919 y escrito
en 1914 no gusta nada al gran público, -¿demasiado fuerte para el momento?- al
que tildaron de ser un “libertino del horror”.
Kafka
nos traslada hasta una colonia francesa donde reina el horror, con cuatro
personajes principales, cuatro entes que entran a formar parte de esta trágica
quimera, junto a un desaparecido ‘viejo comandante’ que parece estar siempre
presente en todos los acontecimientos, y son, el viajero, un soldado, el reo
condenado al suplicio y un oficial, que parece estar totalmente enamorado
de la dichosa máquina de tormento, capaz de alargar el suplicio de los
condenados durante horas, hasta que, finalmente les llega la muerte en el peor
de los espasmos, algo inimaginable a la vista.
“Se
supone que el aparato debe seguir funcionando durante doce horas sin
interrupción”.
El
viajero es invitado a ver y comprobar el ajusticiamiento de un pobre reo, que
en el fondo no sabe lo que le espera, aunque se lo imagina. Una ejecución sobre
la cual debe dar su opinión (ya ha visto varias en otros lugares bien
diferentes, y digamos que es un experto), pues el nuevo comandante duda de la
utilidad de la misma, de esa máquina del horror que no lleva a ninguna parte,
una siniestra máquina enclavada en un lugar donde todo el sistema judicial deja
mucho que desear.
Nos
encontramos ante una multitud de detalles -nos estamos refiriendo al siniestro
funcionamiento- escabrosos muy bien narrados por el autor, convirtiéndoles en
reales, en ese lejano lugar apartado de la mano de Dios, donde la justicia,
vuelvo a repetir, deja mucho que desear, con unos servidores degenerados,
violentos y corruptos, donde la brutalidad está siempre presente, tanto como el
aire que respiramos.
“El
principio básico que utilizo para mis decisiones es este: La
culpabilidad está siempre presente más allá de toda duda”.
El
‘solo obedezco órdenes’ y la frase ‘alguien tiene que hacer cumplir la ley’
parece ser el credo general entre los funcionarios que están presentes en la
colonia, donde la burocracia, por parte de Kafka, es criticada en todos los
aspectos, haciéndonos que pensar. El caos parece estar presente en el día a día
de la colonia, de ese penal, por mucho que se esfuercen en mostrar lo
contrario, lo inevitable, que el falso orden es tan solo una fantasía.
Ultima verba:
El
viajero no era un ciudadano de la colonia, tampoco pertenecía al Estado
propietario que gobernaba la misma, por tanto estaba atado de pies y manos en
la toma de decisiones, no así en la opinión dada. Personalmente veo el relato
como una lucha entre el nuevo y el antiguo régimen, donde todo estaba quedando
obsoleto, junto a un oficial que se niega a los cambios, que está contento con
todos sus privilegios, de los cuales no se quiere desprender, que no quiere ver
la nueva situación que se avecina, que se aferra al pasado con uñas y dientes
de una forma obstinada, tomando, al final del relato, esa decisión tan
sorprendentemente macabra, tan inaudita, que da un vuelco a toda la narración,
que la rompe por completo.
“Hoy en
día, la máquina ya no consigue arrancar un gemido fuerte al condenado, algo que
el fieltro no es capaz de sofocar…”
Un
relato cruel que no nos dejará indiferentes, un texto escalofriante y
estremecedor que, aunque pasen los años tiene muchos nexos de unión con
nuestros días. Una lectura donde el horror está al alcance de las manos, como
para no dormir.
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