El destino de madame Cabanel

 


El destino de madame Cabanel

 

Góticas tenebrosas (5): Eliza Lynn Linton

 

Una falsa acusación

 

Caminando entre las supersticiones de la Bretaña francesa…

 

“Durante los días de semana trabajaban en esa tierra desagradecida que apenas daba para vivir…”


   Eliza Lynn Linton era hija de un reverendo, que escribió su primera novela en el año 1845, publicándola al año siguiente bajo el título de “Azeth el egipcio’. Esta mujer se oponía al sufragio femenino y a los nuevos derechos de las mujeres. ¿Sería por la enseñanza paterna…?

   El relato de hoy es una de las pequeñas incursiones que realizó la autora dentro del género gótico. Digamos que es un alegato contra las supersticiones y supercherías, bien acompañadas de la ignorancia, que en aquellos tiempos recorrían los pueblos apartados y perdidos de cualquier país de Europa, porque estos engaños siempre van de la mano, ocasionando el mal a terceras personas, como ocurre en el relato que estamos reseñando, que nos llevará a una remota zona de la Bretaña francesa, un inhóspito lugar apartado de la mano de Dios, donde la joven señora Cabanel es acusada de lo que no es, pagando las consecuencias, debido a que los habitantes de la zona, todavía creen en lo increíble.

Al grano:

   En Pieuvrot un pueblo de la remota Bretaña francesa, la gente vive encerrada en sus casas, viejas costumbres, antiguas tradiciones y sobre todo, viven acorde a sus supersticiones, que creen a pies juntillas, pues era un lugar donde no habían llegado ni el progreso ni la ciencia, donde la única norma aceptada por la comunidad era la dictada por el cura, tanto las palabras que decía como las que se callaba.

  Puestos ya en situación, comentaremos que, estos bretones consideraban que todo aquello denominado oculto y secreto, siempre estaba presente en el villorrio, en esa pequeña sociedad que representaba su mundo, por tanto había que andar con mucho cuidado. El cacique del pueblo era un hombre de mediana edad, llamado Julio Cabanel, que de vez en cuando se acercaba hasta la lejana París, para resolver los asuntos del momento, trayendo después las últimas noticias de la capital (ya retrasadas) a los ojipláticos aldeanos, que veían todo demasiado moderno.

  Vivía con un ama de llaves (Adela) y el jovencito sobrino de esta, llamado Adolfo, como si fueran una familia normal y corriente. En uno de esos viajes hacia la capital del reino, Cabanel vino bien compuesto y casado, con una bella inglesa, que casi podía ser su hija, pero claro, era extranjera, y eso no cayó nada bien en el pueblo. Tenía “la belleza del diablo”, y esa beldad que llevaba consigo les parecía más bien un don diabólico que uno otorgado por el mismísimo Dios. El rechazo era evidente.

  Les fastidiaba que la joven no supiera correctamente las oraciones y que se santiguara al revés. Hasta que el sepulturero soltó la liebre, no tenía ninguna duda al respecto, la señora Cabanel era una vampira, que había venido de tierras extrañas y lejanas a provocar el mal en el pueblo. Todos estaban de acuerdo, si lo decía el hombre más sabio del lugar era por algo, además Brolic, que así se apellidaba el sepulturero tenía otro trabajo extra, era el adivino de la localidad, un tarotista experimentado, un buen adivino, según la opinión de sus convecinos.

“Cuando Dios envía las enfermedades sobre nosotros, yo estoy contento, porque vivo de ello. Pero al pequeño Adolfo no lo ha tocado el Dios de la bondad. Yo veo en su mal la mano de una bruja. ¡Maldita sea!”

  Fanny Campbell, ahora señora Cabanel, sin comerlo ni beberlo al llegar a ese pueblo muerto de hambre y apartado del mundo, empezaba a cavar su propia tumba, tan solo por las habladurías de la gente, tan solo por las supercherías de cuatro ignorantes, que solo se dedican hablar por las esquinas y en la cantina por la noche, y lo hacían porque Fanny solo era dulzura.


El destino de madame Cabanel estaba en manos de unos supersticiosos

  El verdadero problema surgió cuando Adolfo, el sobrino de Adela empezó a enfermar -junto alguno más del pueblo-, y a los del lugar les dio por decir (y también pensar) cosas raras, sin tener en cuenta que eso podía ser debido a las malas condiciones de vida, a la mala salubridad que les rodeaba y tenían, acentuándose las sospechas sobre la pobre chica.

“Pero mientras ella ganaba belleza, el resto del pueblo enfermaba”

  Los acontecimientos van sucediendo a demasiada velocidad en Pieuvrot, siempre en contra de la joven extranjera, la mayoría capitaneados por el sepulturero y Adela, (que guarda un gran secreto que aquí no vamos a revelar, aunque todo el mundo se lo imagina), que deciden acabar con la vida de Fanny, aprovechando una de las ausencias de Cabanel, acabando todo de la manera más trágica posible y deshaciéndose el maldito entuerto sobre la vampiresa del lugar, porque los acontecimientos se precipitaron demasiado rápido y, al mismo tiempo, demasiado lentos, sobre todo para la bella extranjera venida de tierras lejanas.

“¿Conoce el viejo pozo que hay en el bosque, de donde entran y salen los duendes y donde las hadas retuercen el cuello de aquellos con quienes se encuentran en la oscuridad de la noche? Quizás las hadas acaben con la mujer inglesa del señor Cabanel. ¡Quién sabe!”

 Post scriptum:

   Nos encontramos ante un entretenido relato, donde cada personaje tiene su lugar en cada momento de la lectura, sin salirse de su sitio, sin pisar al oponente,  al contrario de lo que he leído por ahí creo que no son nada planos, al contrario, hay que tener en cuenta la época en que fue escrito, y que esos personajes hoy día seguro que serían relatados desde otro punto de vista bien diferente, creo que hasta incluso más macabros, más oscuros, pero cada uno de nosotros puede ver esa oscuridad de diferente manera, de diferente color.


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