Hasta que lleguen las doce
Hasta que
lleguen los doce
Ignacio
Aldecoa
Corto de café: Por los viejos barrios obreros de
cualquier ciudad…
Una mala hora
“A los doce menos cuarto
del medio día de ayer se derrumbó una casa en construcción”
(De los periódicos)
Poblados
obreros, barrios obreros, ciudades llenas de trabajadores de cualquier
procedencia y escala social, normalmente humildes y con escasa formación,
tiempos en que los niños todavía podían jugar en la calle sin miedo a los
peligros, donde toda la vecindad se conocía, donde el escaso sueldo del marido,
ese padre de familia que trabajaba sin descanso de sol a sol no llegaba para
muchos trotes, haciendo que la mujer intentase traer un dinerillo extra a casa,
que buena falta hacía.
Casas
obreras, casas pobres y vuelvo a repetir que humildes, casi sin ningún lujo,
solo lo puesto, y esas madres, que siempre hacían equilibrios con el poco
dinero que entraba en casa, madres que siempre estaban en todo, luchando con
los hijos, educándolos y, enderezándolos, por si alguno se torcía. No podemos
olvidar tampoco las famosas amenazas que siempre salían de sus bocas, “cuando
venga tu padre te vas a enterar”, esos sí que no se andaban con remilgos,
sobre todo los días que venían más puteados que nunca por culpa del trabajo.
… y sobre
todo esa hora, las doce, la maldita hora de las 12, siempre bien presente en el
relato, que Aldecoa clava en un magnífico objetivismo y una mejor observación
de todo cuanto le rodea. Nada como él para narrar esta clase de relatos, de
historias tan personales y reales, que muchos hemos vivido.
Hasta que
poco antes de dar las 12, llega esa aciaga noticia, aquella que nadie estaba
esperando, que nadie quiere oír, un mal trago que pasar. “Te llama el capataz
de la obra. A tu Pedro le ha pasado algo”.
‘Las
sirenas de las fábricas se levantan al cielo puro, transparente del medio día.
Han llegado las doce”.
(Aldecoa
consigue que el final de una tragedia familiar se convierta en algo poético).
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