El entierro de Roger Malvin

 


El entierro de Roger Malvin – (Nathaniel Hawthorne)

 

Corto de café: Unas pompas fúnebres inexistentes.

 

Una de colonos americanos

 

“La expedición proyectada el año 1725 en defensa de las fronteras» y que terminó en la renombrada "batalla de Lovell" es uno de los pocos incidentes de la guerra india susceptibles de la luz fantástica del romance. Dejando a la sombra judiciaria ciertas circunstancias, la imaginación encuentra mucho que admirar en el heroísmo de una pequeña banda que presentó batalla a enemigo dos veces superior, en el corazón de su propio país”.

 

    Iré directamente al grano por una vez en la vida, porque los pocos que me leéis en esta silenciosa bitácora ya sabéis que siempre me ando subiendo por las ramas. No me gustan los sombreros, ni los vaqueros, tampoco las plumas de indios y mucho menos, las aventuras de los primeros colonos en lo que hoy dicen llamar ‘la gran América’, porque me aburren la leche, como ha sido el caso.

Se que nos encontramos ante uno de los grandes relatos de Nathaniel Hawthorne, donde un joven abandona a su suegro, que está gravemente herido tras la famosa batalla de “Lovewell´s Fight”, que ni me va ni me viene, para que pueda regresar a casa y pedir la conveniente ayuda, pues es el que mejor está de los dos. Él sabe que no va a durar mucho, pidiendo solamente una cosa, ser enterrado.

“No tengo dos días de vida, Rubén, y mi cuerpo inútil no debe ser más tiempo una carga para ti, que con dificultad puedes sostenerte a ti mismo”.

“Y si de monumento se trata aquí tenemos esta roca gris, donde mi mano moribunda esculpirá el nombre de Roger Malvin, para que los viajeros futuros sepan que reposa aquí un cazador y un gerrero”.

Un relato sobre la culpa, un relato de conciencias, de cobardías también. El no saber contar la verdad a tiempo o el no querer hacerlo trae sus devastadoras consecuencias que se van viendo a lo largo de la narración, con un final que para mí, es bastante predecible, pero que aquí no voy a contar, pues fastidiaría bastante la lectura, y ante todo una conciencia que día y noche le recuerda sobre algo que prometió y no hizo.

“(…) haber faltado a una promesa solemne, y de que un cuerpo insepulto clamaba por él desde el desierto”.

“Este único y secreto pensamiento llegó a convertirse en una cadena que liaba su espíritu y roía su corazón como una serpiente, transformándole poco a poco en un hombre irritable, melancólico y abatido”.

   Hasta que finalmente, el peregrinaje de esta alma errante, junto a su familia, termina de una forma inesperada, de la forma más trágica y traumática posible, porque los sucesos imprevistos suelen ser muy imprevistos, llegando a causar demasiado dolor, un dolor eterno y duradero, uno de los cuales no existe cura posible. Ahora la lucha contra su conciencia sería hasta que llegase la hora de la muerte, una muerte que seguramente tardaría mucho en venir en acercarse a su vera, para que sintiese lo que era ser un muerto en vida.


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