La fraga de Cecebre

 



La fraga de Cecebre – (Wenceslao Fdez. Flórez)

 

Corto de café: Un hermoso paseo por el bosque.

 

Un poste telefónico muy gruñón

 

“Un día llegaron unos hombres a la fraga de Cecebre, abrieron un agujero, clavaron un poste y lo aseguraron apisonando guijarros y tierra a su alrededor. Subieron luego por él, le prendieron varios hilos metálicos y se marcharon para continuar el tendido de la línea”.

 

   Entre más leo este relato más me gusta y más rápida se me hace su lectura. Releyendo esas líneas encuentro una tremenda personificación entre los habitantes de la fraga y los seres humanos, que actualmente somos menos humanos que nunca, y a las noticias diarias me remito, destacando sobre todo el orgullo y egocentrismo del poste de telefónico, el protagonista de esta historia, que se cree el centro del mundo,  por no decir el culo.

    La fraga de Cecebre vuelvo a repetir que es uno de los relatos más bellos que se han escrito, y la pluma de Wenceslao Fdez. Flórez es de las más finas de su tiempo, mostrando un amor y apego a su tierra increíble. Si te animas podemos dar el gran paso y entrar en el maravilloso y mágico mundo que está escondido en San Salvador de Cecebre, descubriendo el bosque, junto a todos los personajes que allí se hayan escondidos, solo al alcance de nuestros ojos.

¡Han plantado un nuevo árbol en la fraga!

   Todo comienza cuando unos hombres llegan a la fraga, abrieron un agujero en el suelo y clavaron en el un puñetero poste en el suelo, que cambió por completo la forma de pensar del frondoso bosque. Había que andarse con cuidado, aquel gruñón, listillo y resabido tronco se creía superior al resto de congéneres que le rodeaban, dando lecciones a todo el mundo, porque él servía a la ciencia, no era un pedazo de madera parado y varado en el bosque, del cual no se podía sacar ningún provecho, pero todo tiene su fin.


Don Wenceslao Fernández Flórez, el autor de este hermoso relato

 “Sepan que vivo consagrado a la ciencia y que yo mismo soy ciencia y que todo lo que ustedes hacen a mi alrededor lo refuto como bagatela y sensiblería, si alguna vez me digno abandonar mis abstracciones y reparar en ello”.

“Los pájaros que yo soporto son de vidrio o de porcelana, y no les hace falta plumaje de colorines, ni lanzarán un trino por nada del mundo. ¿Cómo podría yo servir a la civilización y al progreso si perdiese el tiempo con la cría de pajaritos?”

Cuando la carcoma atacó al pedante poste de teléfono, se convirtió en un trasto inútil, en un objeto inservible que debía ser retirado de su “importante puesto”, porque ya no servía para nada, abandonando la hermosa fraga por la puerta de atrás, y desde ese mismo instante, la tranquilidad volvió a Cecebre, donde la fraga pudo continuar con la apacible y sencilla vida de siempre, aquella que había convertido el bosque en lo que verdaderamente es.

“Pasado cierto tiempo, volvieron al lugar unos hombres muy semejantes a los que habían traído el poste; lo examinaron, lo golpearon con unas herramientas, comprobando la fofez de la madera carcomida por larvas de insectos, y lo derribaron. Tan minado estaba, que al caer se rompió”.

‘Ya estaba muerto. Siempre estuvo muerto’.

“Aquel día el bosque, decepcionado, calló. Al siguiente entonó la alegre canción en que imita a la presa del molino. Los pájaros volvieron. Ningún árbol tornó a pensar en convertirse en sillas y en trincheros. La fraga recuperó de golpe su alma ingenua, en la que toda la ciencia consiste en saber que de cuanto se puede ver, hacer o pensar, sobre la tierra, lo más prodigioso, lo más profundo, lo más grave es esto: vivir”.



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