El azul entre el cielo y el agua

 



El azul entre el cielo y el agua – (Susan Abulhawa)

 


Largo de café: La familia siempre es lo primero…


 

Bienvenidos al infierno

 


Cuando la historia y la vida te dan la espalda:

 

“En el abandono de esta soledad, podíamos ver lo diminuto que éramos, lo pequeña e indefensa que resultaba nuestra tierra. Y desde esa terrible dignidad escuchamos los susurros de las palabras de una anciana de hacía mucho tiempo: Esta tierra volverá a levantarse”.

 

No importa que el agua esté fría:

  Si empezamos yendo al grano, sin introducción alguna (en este caso no hace falta), diremos que desde las primeras páginas nos acompañarán dos cosas, el azul del Mediterráneo y la mirada de Nazmiyeh que vive con su familia en la arrasada -ahora mucho más- Franja de Gaza, donde los palestinos ahora y siempre sufren un éxodo que parece ser no tiene solución, o quizás para ser más sinceros diremos que, no quieren encontrarla.

  Una obra con un marcado componente autobiográfico, donde a pesar de las circunstancias se centra en lo más importante, la familia, y que todo gira entorno a esa entrada al infierno, que es en lo que se ha convertido Gaza, una boca que no quieren cerrar, escupiendo fuego día y noche, un lugar maldito para vivir por mucho que se ame.

  Nos encontraremos con túneles fronterizos que en realidad son esas vías clandestinas de comunicación y suministros, en una lucha que parece no tener fin, (unas vías cerradas política y económicamente), lugares de vida y muerte, donde la esperanza de supervivencia pende de un hilo, hablando claramente, la llamada vida humana, que no tiene precio, allí ‘no vale una mierda’. Aparecerán mujeres fuertes, donde destacará por encima de todas la montaraz, deslenguada y locuaz Nazmiyeh, que rompe los moldes de esa mujer árabe, siempre sumisa y con la cabeza baja.


Susan Abulhawa, periodista, escritora y activista estadounidense

Ultílogo:

  Todos de alguna manera tenemos nuestro particular exilio, unos interior, otros sin embargo es allende de nuestras fronteras, pero sobre todo aquí encontraremos resiliencia, (una maravillosa palabra que es contagiosa), el acto de resistir día a día ante las dificultades, y tener las fuerzas necesarias para seguir tirando con fuerzas por el carro de la vida, pero al finalizar el libro te das cuenta de un punto muy importante, la historia es tan real como la vida misma, algo que sucede delante de nuestras ventanas, y que muchos no quieren darse cuenta de esto.

Post scriptum:

   La autora hará de guía turística y nos mostrará Bait Daras, concretamente a una de sus zonas más pobres, Baraka, y un Israel que como siempre y casi siempre no sale bien parado, porque día a día no hace más que tirar piedras contra su propio tejado. El libro me ha recordado a los poemas del argentino Juan Gelman, donde el dolor la pena y la distancia han marcado toda una época, también en algunos aspectos a “La casa Yacobián”. En cuanto a Gaza creo que está muy claro, cuidado no acercarse, peligro de muerte.

   Vivimos en una sociedad hipócrita, esa hipocresía social que nos hace mover la cabeza hacia otro lado según se tercien los intereses del momento. Las tragedias siempre se ven de distinta manera, y el vaso de agua para algunos, nunca estará vacío.


Club de Lectura Gijón-Sur



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