El pulpo que no murió

 



El pulpo que no murió – (Sakutaro Hagiwara)

 

 

Minicuentos (24): Un acuario para nada vacío.


 

Un pulpo hambriento

            

  Volvemos de nuevo la vista hacia ese Japón que todavía sigue siendo tan desconocido, donde destacaremos a un poeta de verso libre y tono coloquial, nos estamos refiriendo a Sakutaro Hagiwara, que rompió de bruces contra toda la estructura poética de la época que imperaba en su país. Hombre de mala salud y con tendencia al alcoholismo, ese abrazo del diablo que tanto daño hace. Estuvo influenciado por el budismo, Schopenhauer y Nietzsche, como punto final deciros que su obra todavía no ha sido publicada en español, porque el resto es traducido de obras pasadas.

 

Un pulpo que agonizaba de hambre fue encerrado en un acuario por muchísimo tiempo. Una pálida luz se filtraba a través del vidrio y se difundía tristemente en la densa sombra de la roca. Todo el mundo se olvidó de este lóbrego acuario. Se podía suponer que el pulpo estaba muerto y solo se veía el agua podrida iluminada apenas por la luz del crepúsculo. Pero el pulpo no había muerto. Permanecía escondido detrás de la roca. Y cuando despertó de su sueño tuvo que sufrir un hambre terrible, día tras día en esa prisión solitaria, pues no había carnada alguna ni comida para él. Entonces comenzó a comerse sus propios tentáculos. Primero uno, después otro. Cuando ya no tenía tentáculos comenzó a devorar poco a poco sus entrañas, una parte tras otra.

En esta forma el pulpo terminó comiéndose todo su cuerpo, su piel, su cerebro, su estómago; absolutamente todo.

Una mañana llegó un cuidador, miró dentro del acuario y solo vio el agua sombría y las algas ondulantes. El pulpo prácticamente había desaparecido.

Pero el pulpo no había muerto. Aún estaba vivo en ese acuario mustio y abandonado. Por espacio de siglos, tal vez eternamente, continuaba viva allí una criatura invisible, presa de una escasez e insatisfacción horrenda.

 


Comentarios

(Entradas más populares) Si te apetece seguir leyendo...