El constructor de Norwood
El constructor de Norwood – (Arthur Conan Doyle)
Corto
de café: Un joven muy alterado.
La extraña huella en la pared
Holmes y sus
frases, (o tal vez sean sus pensamientos…).
“Desde
el punto de vista de la criminología, dijo el señor Sherlock Holmes: Londres se
ha convertido en una ciudad singularmente poco interesante desde la muerte del
difunto y lamentado Profesor Moriarty”.
Esta es una
aventura más de nuestro detective favorito, aunque últimamente menos, (puede
que me esté contradiciendo) siendo publicada en la ‘Strand Magazine’ en el año 1903, que
era una revista de tirada mensual, a cargo de George Newnes, un editor que
además era miembro del Parlamento Británico del Reino Unido, (que musical y
rimbombante suena), e incluso creo que hasta estirado, pero bueno, vayamos con
el tema que tenemos entre manos.
Argumentum:
Holmes
recibe en sus habitaciones de Baker Street a un joven bastante alterado y
nervioso, que responde al nombre de John H. Macfarlane, diciendo que es el
principal sospechoso del asesinato de Jonas Oldcare, un conocido constructor
(con muy pocos escrúpulos) que vive en la cercana localidad de Norwood, por eso
el título del relato que vamos a tratar, en este caso colgar de la red de redes
en el día de hoy.
‘A golpe
pronto’ todas las pruebas le inculpan -sin vuelta de hoja-, y está en un
callejón sin salida, hasta Lestrade, el famoso inspector de Scotland Yard tiene
claro que el es el culpable del asesinato del conocido constructor (perito en
otro tipo de artes), porque Mcfarlane había sido nombrado su heredero
universal, siendo el móvil del crimen económico, pero como siempre sucede,
nuestro amigo Sherlock ( a pesar de las circunstancias en contra) no se deja
guiar por las apariencias, y saca del tremendo apuro al joven abogado.
Ultima verba:
Este relato detectivesco de Holmes
tiene un detalle muy importante, es el primero en el que Sherlock toma como
base principal de la investigación las huellas digitales (dactilares más
bien), algo único en su tiempo, porque es precisamente con una huella con lo
que pretendían engañar a la policía, creando falsas pruebas, de ahí que hoy
apareciera en esta silenciosa bitácora que nadie lee.
Le aseguro, mi buen Lestrade, que
tengo excelentes razones para todo lo que hago. Tal vez recuerde usted el
pequeño pitorreo que se corrió a costa mía cuando el sol parecía dar en su lado
de la valla, así que no debe reprocharme ahora que yo le eche un poco de pompa
y ceremonia. ¿Quiere hacer el favor, Watson, de abrir la ventana y luego
aplicar una cerilla al borde de la paja?
Felices pesquisas…
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