La resucitada
La resucitada – (Emilia Pardo Bazán)
Corto
de café: Una acogida para nada esperada.
Esta entrada
puede contener spoilers.
De donde tú has vuelto no se vuelve…
“Ardían
los cuatro blandones soltando gotazas de cera. Un murciélago, descolgándose de
la bóveda, empezaba a describir torpes curvas en el aire. Una forma negruzca,
breve, se deslizó al ras de las losas y trepó con sombría cautela por un
pliegue del paño mortuorio. En el mismo instante abrió los ojos Dorotea de
Guevara, yacente en el túmulo”.
Ya hemos
dejado atrás ‘La aventura del ángel’ para acercarnos hasta una oscura y
fría cripta (todo un clásico del género, y sino que se lo pregunten a Poe),
para conocer la historia de Dorotea de Guevara, que de la penumbra de una
iglesia cerrada al calor del hogar, resucitó hacia la nada, dirigiéndose a un
mundo donde los sueños ya habían sido borrados, y la pobre mujer, después de su
inesperada resurrección se encontró con una desagradable sorpresa, incluso nos
atreveríamos a decir que la llenó de frialdad, tanto o más que el padecido en
la cripta, en la cual estuvo ‘enterrada’ un corto periodo de tiempo, algo que
la hizo reflexionar, pues los abrazos inexistentes de la familia no trajo el
consuelo y la alegría que tanto esperaba y necesitaba. El susto, pena, y llanto
del principio habían dejado de existir, un triste panorama para la pobre
Dorotea.
“Desde
su vuelta al palacio, disimuladamente, todos le huían. Dijérase que el soplo
frío de la huesa, el hálito glacial de la cripta, flotaba alrededor de su
cuerpo. Mientras comía, notaba que la mirada de los servidores, la de sus
hijos, se desviaba oblicuamente de sus manos pálidas, y que cuando acercaba a
sus labios secos la copa del vino, los muchachos se estremecían. ¿Acaso no les
parecía natural que comiese y bebiese la gente del otro mundo?”
Todos huían
de ella, todas las miradas eran esquivas, no había abrazos ni cariños, tampoco
existían las ansiadas caricias maritales (tan necesitadas en ciertas
ocasiones), escapaban de ella llenos de temor. Llegado un momento, la
resucitada Dorotea tomó una drástica y meditada decisión, midiendo
concienzudamente los pasos para no cometer ningún error, y desde ese momento un
secreto eterno pasó a la acción. Dorotea de Guevara salió de su triste casa una
tarde, sin ser vista, camino de la cripta familiar, como acompañante tenía un
cirio prendido.
Ultílogo:
No es la primera vez (tampoco será la
última) que doña Emilia sale en las líneas de esta silenciosa bitácora, y
deciros que, este relato fue publicado el 29 de junio de 1908 en ‘El
Imparcial’, que gozó de bastante fama en su época, y era de talante
liberal, siendo uno de los principales periódicos del país, dicho de otra
forma, podía ser considerado como de gran influencia para las gentes del
momento.
“Ya
en poder de Dorotea las llaves de su sepulcro, salió una tarde sin ser vista,
cubierta con un manto; se entró en la iglesia por la portezuela, se escondió en
la capilla de Cristo, y al retirarse el sacristán cerrando el templo, Dorotea
bajó lentamente a la cripta, alumbrándose con un cirio prendido en la lámpara;
abrió la mohosa puerta, cerró por dentro, y se tendió, apagando antes el cirio
con el pie…”
Comunico y divulgo.
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