La máquina de follar
La máquina de follar – (Charles
Bukowski)
Corto
de café: En el tugurio de cualquier ciudad americana…
La muñeca
hinchable
“Hacía calor esa noche en Tony’s. uno
ni pensaba en chingar, solo en beber cerveza fría. Tony nos dio dos cervezas a
Mike el Indio y a mí. Mike tenía el dinero en la mano. dejé que él pagara la
primera ronda. Tony, aburrido, echó el dinero en la caja registradora y miró
alrededor: cinco o seis pendejos contemplaban sus propias cervezas, así que
Tony se nos acercó”.
Hay autores que amas y odias al mismo tiempo, que en
ocasiones detestas la mayoría de sus textos, pero que por alguna extraña razón
vuelves a leer y releer, para descubrir que hay escondido en el interior de su ‘descarajada’
cabeza, como en este caso me ocurre con Bukowski, el autor que relata y
describe esa América profunda, llena de alcohol, ácido y vómito, junto a putas
baratas que son rondadas por tipos de muy mala reputación (vamos, una auténtica
mierda), donde no sabes si te está tomando el pelo o el chiste que nos quiere
contar es la vida misma, o que quizás tu compañero de barra, el delincuente número uno ha bebido más de la cuenta.
Un autor que retrata la otra cara de la moneda, esa que
demuestra que el sueño americano es una mierda de toro de Oregón bien pinchada
en un palo, un submundo que no lo es tanto, porque tan solo está al alcance de
nuestra mirada, y que no nos da la gana de ver. Un mundo extraño e hipnótico,
lleno de locura, donde un hombre se compra una muñeca hinchable por correo y la
infla en la gasolinera de turno ante la vista de todos como si tal cosa. El
wiski puede ser un buen aliado, aunque en ocasiones puede mandarte literalmente
a ese sitio oscuro que tu y yo estamos pensando, consiguiendo el caso
contrario, que nuestros vicios más ocultos salgan a la luz.
Ultima verba – Última copa:
Aunque
parezca lo contrario, Bukowski no es apto para todos los públicos, tampoco
fácil de leer, porque la degradación humana no es apetecible de hojear, y mucho
menos en relatos tan groseros, ya que el autor de esta heroica porquería está
lleno de agradables defectos, malhablado, inmoral, amoral, desagradable,
alcohólico, pornográfico, y sobre todo un hombre que pone encima de la mesa
toda la mierda que intenta esconder la denominada raza humana, con lo que un
tremendo mal olor invadirá nuestra sala de lectura, aunque he de decir que en
ocasiones es insoportable, como ha sucedido con este relato, hermosamente
incorrecto y grosero hasta la extenuación, que al final me ha resultado
cansino, con sus bromas de mal gusto, pasado de rosca, de cuñado de tercera
categoría, porque me he cansado de tanto lenguaje soez, solo apto para unos
pocos, aquellos que tengan el estómago a prueba de bombas.
Post scriptum:
Yo no veo contracultura
por ninguna parte, incluso me cansa la palabra, porque parece ser que todo lo
que se salga un poco de lo normal es contracultura, creo que hay
demasiado “cultillo” entre las páginas dominicales de algunos suplementos. ‘La
máquina de follar’ es una historia surrealista llevada al más que
imposible de los extremos, con un sabor bastante desagradable, donde tomaremos
unas buenas copas en lugares sombríos, alcohol de garrafón de espléndida
calidad, terminando la noche o la madrugada con unos buenos polvos baratos.
Siendo sincero, en ocasiones cansa, por eso hay que beberlo muy espaciado y a
pequeños sorbos, mandando a ese tal Chinaski ‘a tomar por viento fresco’.
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