La sangre del padre
La sangre
del padre – (Alfonso Goizueta)
Largo de café: Un imperio con pies de barro.
Tras los pasos
de un dios llamado Alejandro
“Hizo a sus
hombres esclavos de ese oriente maldito, convirtiéndoles en bárbaros. Quiso
liberar al mundo pero se convirtió en un déspota con sus más íntimos amigos, toda
lealtad tiene un límite, los esclavizó a todos, con la disculpa de liberar al
mundo de tiranos”.
El
autor de este “inmenso” relato, tan denso como su imperio, nos presenta a un
Alejandro que unió todas las tierras, por tanto es normal que viviera rodeado
de enemigos, más aún con las personas más cercanas, en especial sus queridos ‘heitaroi”,
llenos y poseídos por las ansias de poder, cada uno a su manera, no
salvándose ninguno, lo que no quita que este conquistador de inmensos dominios
y océanos haya sido un niño malcriado, un egocéntrico al que gustaba que le
regalasen los oídos, junto a una particular locura, imposible de disimular, mandando
a miles de hombres a la muerte tan solo por engrandecer su soberbia, terrible
pecado. Un hombre que solo vivió para sí mismo y para su gloria, un auténtico
egoísta, un tirano más como los que quería derrocar: “Los que matáis
reyes solo esperáis convertiros en reyes vosotros. No aspiráis a liberar a
nadie”.
Sigo
sin entender esta particular cabezonería de las editoriales, en especial alguna
que tiene por costumbre entregar extrañísimos premios, siempre reincidentes en el
mismo error, de seguir publicando estos adormecedores ladrillos de más de 500 páginas, soporíferos volúmenes que no llevan a nada,
bueno sí, a perderse en el desierto como le pasó a Alejandro, y morir quemados
por el sol, junto a autores mortecinos, que escriben historias a las cuales le
sobran trescientas páginas, encontrándome con un relato tedioso, poco creíble y
aburrido hasta la extenuación, además todos los premios son discutidos y
discutibles, pero este un poco más, kilométricamente hablando. El libro fue un
regalo de reyes, así que, por no ofender a quien lo efectuó, tuve que tragarme
semejante plaga egipcia (en este caso mal digerida tragedia griega), esta desértica
y plana lectura, con datos para nada históricos e inventados por el autor, que
aunque sea una novela, junto a pura ficción, no son para nada creíbles, convirtiéndose
en irrisorios, con “Los días perfectos de Jacobo Bergareche” es de
lo peor que he leído este año, digna de un devaluado y pobre premio Planeta,
que cada año viene a menos y da más pena.
Ultima verba:
Si
el libro tiene algo de valor es que “por fin he podido terminarlo”, es lo más
destacable del mismo, una peste de historia novelada, pues no se puede eternizar,
siempre dando la “turra” con lo mismo página tras página, una liberación
haber llegado hasta el final, que descanso. Tan solo quisiera puntualizar un
asunto más, por muy impactante que sea la portada, el interior del mamotreto es
para salir corriendo.
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