En los tiempos de la reina de Persia

 



En tiempos de la reina de Persia – (Joan Chase)

 

Largo de café: Conociendo a la matriarca del clan, Lil Krauss.

 


Todas eran con la misma sangre, con los mismos derechos de herencia

              

  Si tengo que ser sincero, no sabía como empezar esta reseña, porque me he encontrado con una lectura plana, desértica, mesetaria y aburrida hasta la extenuación, con un relato que ni me va, ni me viene, dónde la vida diaria de esa América profunda que siempre nos quieren vender, me queda muy lejos, me la trae al pairo, además, sigo sin entender, ni entenderé nunca esas obsesiones tan marcadas por parte de algunas editoriales, primero dándonos la vara día sí y día también con verdaderos ladrillos de más de 500 páginas que no llevan a ninguna parte, junto con autores que duermen a un santo, ‘la anodina reina de Persia incluida’, dignos de echar una buena siesta, como si estuviéramos en medio de una buena canícula veraniega.

  La autora hace tremendos esfuerzos por imitar a los grandes maestros, esos escritores que han relatado como nadie su país, por ejemplo el sur americano, una clara representante de este estilo podía ser Florence King, pero no llega, o Flannery O’Connor pero tampoco podrá ser su compañera de pupitre por mucho que intente colarse en la fila al final del recreo matutino, ni tampoco Eudora Welty donde era capaz de retratar paisajes y personajes de una forma precisa, como si de una cámara fotográfica se tratase.

   En “Los tiempos de la reina de Persia” se nos presenta a tres generaciones de mujeres, pertenecientes a la misma familia en esa extrañamente admirada América, en el norte de Ohio, -que ya se que no pertenece a la América profunda, pero todo aquello interior, también es profundo- y que es gobernada con mano de hierro por una auténtica sargentona, que es la abuela de la familia (‘La reina de Persia), en un matriarcado extremo, en una narración escrita de forma atropellada.


Joan Chase, la autora de este rural relato americano


Ultima verba:

   Finalmente tengo que decir una cosa, los pocos que leen esta silenciosa bitácora sabéis que soy anti premios, (porque todos son discutidos y discutibles), así que a mí eso no me influye para nada, muchas novelas premiadas son unos auténticos bodrios. La lectura fue efectuada porque era la perteneciente para este mes en el club de Gijón-Sur del Centro Municipal cercano a mi domicilio, y en los clubs se realizan todo tipo de lecturas, tanto las que te gustan como las que no, pero para mí se ha convertido en un intragable cardo borriquero. Es como para mearse de noche encima de las petunias de Dorothy Perkins, bajo la luz de la mortecina luna de Ohio, y cuando se enteren de tal gamberrada, nos llamen la atención en el consiguiente sermón dominical en la iglesia episcopaliana de la zona, donde el padre Jehonatan Levi Charleswegner nos sancionará de la manera correspondiente. El "Estado del Castaño de Indias", puede descansar tranquilo.

   Quiero aclarar un punto final, muchas veces los libros, aunque sean con un tinte un poco autobiográfico como este (porque lo tiene), pueden escribirse por tres motivos, para la crítica (algo que tampoco tengo muy en cuenta, porque muchas veces apoyan a quien apoyan, más aún si hay una gran editorial detrás), para el ‘concurseo’ de turno y, finalmente para el gran público, que ese es el más difícil de agradar.

Club de Lectura Gijón-Sur.



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