Fantasmas de Navidad
Fantasmas
de Navidad - (Charles Dickens)
Corto de café: Unas navidades muy especiales con
los amigos de Dickens.
Unos
inesperados visitantes
“Me gusta
volver a casa en Navidad. Todos lo hacemos, o deberíamos hacerlo. Deberíamos
volver a casa en vacaciones, cuanto más largas mejor, desde el internado en el
que nos pasamos la vida trabajando en nuestras tablas aritméticas, para así
descansar”.
Dickens tenía
toda la razón del mundo, todos nosotros deberíamos volver a casa por Navidad,
pues es una de las épocas más bonitas del año, el momento en que la familia y
los amigos de toda la vida nos encontramos, porque hemos decidido regresar al
dulce hogar a pasar unos días en tal inolvidables fechas.
Y
claro está es momento de reunirnos todos al calor de un buen fuego de chimenea
bajo esas frías noches de invierno, donde nos contaremos historias de todo
tipo, predominando las tenebrosas y fantasmagóricas, recordando también que por
estas fechas, los fantasmas también son navideños y celebran sus fiestas como
todo hijo de vecino. El amigo de Ebenezer Scrooge recoge unas cuantas
historias de fantasmas típicamente de la época en un relato muy a su estilo,
donde el miedo no está a la vuelta de la esquina, sino soplándote en el cogote,
para que los sientas aún más.
En
esta colección de espectros aparecerán “seres” de todo tipo, caballeros
vestidos de verde, antiguo personaje con un oscuro pasado que vigila
atentamente la solitaria habitación desde el lugar donde cuelga su retrato.
Misteriosas amas de llaves, que guardan un gran secreto, en donde las casas antiguas tienen en propiedad al consiguiente fantasma, algo que les hace ganar
categoría.
El
asunto no queda ahí, porque en estas señoriales mansiones, en sus gastados
suelos hay tablas con manchas de sangre, que nadie es capaz de borrar, junto a
todo un clásico de la literatura gótico victoriana, puertas que nunca se abren
o que nunca se cierran, viejos relojes familiares que cuando marcan las doce de
la noche sonarán trece campanadas, indicando la muerte del cabeza de familia.
No
podían faltar los carruajes fantasmas, el espíritu de un antiguo amigo, que
pese a encontrarse a miles de kilómetros de distancia viene a despedirse de él
porque ha fallecido.
—No te acerques a mí. Estoy
muerto. He venido aquí para cumplir mi promesa. ¡Vengo del otro mundo, pero no
puedo revelar sus secretos!
Salas
secretas en recónditos castillos con espíritus muy incordiones, gabinetes ocultos,
escondidos en vetustas mansiones, habitaciones que nadie sabía de ellas hasta
que son descubiertas, saliendo a la luz verdades guardadas a voces,
confidencias de familia que nadie quiere que salgan a la luz….
Ultima verba:
Nadie
puede negar que una Navidad sin villancicos no es Navidad, como sería imposible
pasar por alto estas fechas sin recordar a Charles Dickens, el hombre que nos
llenaba de escalofríos al llegar tan señaladas fechas, convirtiéndose junto a
Papa Noel en el hombre navideño por excelencia, aquel que llenaba de espectros
nuestras noches, aquel nos recordaba que los fantasmas a su manera también
celebran la Navidad.
“Probablemente
huele todo el tiempo a castañas asadas y otras cosas buenas y reconfortantes,
pues estamos contando historias de Navidad, historias de fantasmas, o más
vergonzosas para nosotros, alrededor del fuego de Navidad, y no nos hemos
movido salvo para acercarnos un poco más a él. Pero dejemos eso. Llegamos a la
casa y es una casa antigua, repleta de grandes chimeneas en las que la leña
arde en el hogar sobre viejas tenazas, y retratos horrendos (algunos de ellos
con leyendas también horrendas) miran con saña y desconfianza desde el
entablado de roble de las paredes”.
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