Noche de bodas
Noche de
bodas – (Blasco Ibáñez)
Corto de café: La primera y gran tentación.
Una vocación
equivocada
Cuentos valencianos (6):
“La
muchedumbre estaba satisfecha. Miraba la deslumbrante iglesia como un palacio
encantado que fuese suyo. Así, entre músicas, flores e incienso, debía estarse
en el cielo, aunque un poco más anchas y sudando menos”.
Aquel
día todo el pueblo estaba de fiesta en Benimaclet, era la primera vez que
cantaba misa Visantet (ahora don Vicente), aquel chaval que correteaba
por el pueblo, descalzo, lleno de mocos y con la cara sucia, que tras años de
estudio y esfuerzo, se había convertido en todo un señor cura, evitando de esta
forma el hambre y trabajar duramente la tierra, de sol a sol.
La
siñá Pascuala y el tío Nelo, sus padres, estaban orgullosos del
chaval, de todo lo que había conseguido el hijo, que ahora se encontraba en el
altar de la iglesia de la localidad, para cantar su primera misa, un lugar que
estaba a rebosar, no cabía un alfiler, con todo el pueblo impaciente y curioso,
delante de él. Los Bollos, nombre con el que eran conocidos los padres,
no cabían en sí de alegría…
Las
flores que adornaban el templo corrían a cargo de la siñá Tona y su
hija, amiga de la infancia y de esos inocentes juegos infantiles de mucho
tiempo atrás, cuando brincaban por los campos del pueblo de forma cándida e
ingenua, pero ahora Toneta, la florista del mercado de Valencia, estaba
hecha toda una mujer, convertida en la moza más guapa del lugar y alrededores.
Los
estudios en el seminario se los pagó la madrina, que tenía arrendadas
unas pocas tierras, las pocas posesiones que tenían a los Bollos, viendo
esta la facilidad que tenía para los estudios y, pensando en la posibilidad de
ganar un buen soldado para la iglesia, mientras lo sacaba de pobre.
El
cura, claro está, fijó sus ojos en Toneta, y vio cuan bella era, en que
mujer se había convertido, viniéndole las dudas de si habría hecho bien
ingresando en el seminario, pero cuando la siñá Tona le dijo que quería
que él oficiase la boda entre su hija y Chimo ‘el Moreno’, el mundo se
le vino abajo.
El
día de la boda, durante la fiesta en honor a los contrayentes, bebió un poco
más de la cuenta para olvidar sus penas. Durmió la borrachera durante un buen
rato y, al despertarse, ya de madrugada, aún fue peor, porque se imaginaba todo
lo que podía estar pasando en el interior del estudi de los recién
casados, reconociendo que los placeres y secretos del sexo, más aún los de Toneta,
estaban vedados para él, y, que quizás, hubiera sido mucho mejor destripar
terrones en el campo que tener una plácida y cómoda vida como párroco del
pueblo. Hay ciertas cosas de las que quizás nunca jamás disfrutaría, ni,
paladearía, secretos que nunca se le revelarían.
“Y el
pobre cura como un niño lloró hasta que el esquilón de la iglesia, con su
gangueo de vieja, comenzó a llamarle a la misa primera”.
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