El trombón de Navidad

 


El trombón de Navidad – (Raymond E. Banks)

 


Corto de café: Unas navidades para nada musicales.


 

La melodía perfecta

               


Atención: esta entrada puede contener spoilers.

 

“Shorty buscó en el armario su viejo trombón. Era Nochebuena y le apetecía tocar algún villancico. Y ahí estaba en la bolsa de loneta negra…”

 

   Descubrí este relato cuando buscaba información para la entrada de “Fantasmas de Navidad”, a cargo de Charles Dickens y, el husmear por la red tiene estas cosas, encontrarte con una narración sobre la Navidad en tiempos futuros, viendo que lo que ahí sucede, una distopía para nada extraña, puede ocurrir en nuestros tiempos, donde la tecnología de los demonios domina todo. Un corto de café donde se ha deshumanizado el arte (la música en este caso) y en especial la Navidad, donde ha perdido tanto su espíritu como su encanto.

  El autor se llamaba Raymond E. Banks, que escribía sobre ciencia ficción, haciéndolo bajo diferentes seudónimos, teniendo una ingente obra con infinidad de títulos. En el año 1954 publicó el cuento al que le dedicamos la entrada de hoy, que trata sobre un trombón con un sonido muy especial. Se me olvidaba, también destacó en relatos tipo “space opera”, donde predominaba el sexo.

   El protagonista de la historia, un bello relato navideño llevaba justo un año sin tocar el instrumento, desde las pasadas navidades, un viejo trombón, al cual tenía mucho cariño, ya que dejó la música porque unos “conos musicales” tocaban la música perfecta, sin fallo alguno por su parte, y desde ese momento dejó la carrera musical para dedicarse, buscarse la vida como arreglador (así, tal como suena) de aerocoches, ocupándole  mucho tiempo, además, tenía una casera de armas tomar, porque era una gruñona de cuidado, y no le dejaba tocar el trombón en casa, pues consideraba que la música que salía de el era una horrenda melodía.

   A Shorty le importaba un pimiento lo que opinasen sobre su trombón y la música que salía de él, disfrutaba tocándolo en soledad, en el exterior de la calle, en la lejanía de la multitud, pero le amenazaban si tenía la osadía de tocarlo en público, ya que sería detenido por el inspector de turno, por alterar la pasa de la ciudadanía, consideraba que los “conos musicales”, era verdadera música celestial, no las horribles notas discordantes y casi afónicas que salían del dichoso trombón.

    Le recriminan una y otra vez que toca mal, que es un desastre con el mismo, que se olvide para siempre de su carrera musical, porque su música no era perfecta. Acaban confiscándole el trombón, algo que era de imaginar, pero en un despiste del agente lo recupera. Hasta Edith, su gran amor, junto con el párroco de la iglesia a la cual acude le dicen que se quite ya de la cabeza esa maldita idea de seguir tocando ese instrumento tan inútil, pero él no desiste, sigue fuerte en su empeño.




   Acaba destrozando un “cono musical”, ese aparato del que solo salían melodías perfectas, villancicos sin sentimiento alguno y sin amor por la Navidad. En lo alto de una colina Shorty empezó con su particular concierto, era un verdadero desafío al sistema establecido, pero esa noche sería la última vez que lo haría, saliendo de ese instrumento sintonías que fueron reproducidas, repetidas de forma perfecta por los “conos musicales”. En un momento dado, nuestro músico retó una vez más a la maldita máquina, y tocó como nunca lo había hecho “Noche de paz”, alcanzando la perfección que siempre soñó y, para sorpresa de todos, el cono de los demonios solo pudo reproducir las mismas notas que, instantes antes, Shorty había sacado de su querido trombón, no había manera de perfeccionarlas, porque valga la redundancia, eran perfectas, imposibles de mejorar.

  Desde ese glorioso día, Shorty Williams pudo tocar “Noche de paz” cada Navidad, junto a su mujer Edith, que se sentía orgullosa del marido, el mejor reparador de aerocoches de la ciudad, y el hombre que enseñó a los conos musicales a tocar villancicos.

Ultima verba:

  Con la lectura de este relato podemos aprender varias cosas, como que en el arte la imperfección es la más perfecta de las formas, el sentimiento y el apego, junto con la pasión en hacer bien las cosas nunca podrán ser reproducidas por las máquinas, y por mucho que en ocasiones se esfuerce Asimov en decir lo contrario, las máquinas, esos instrumentos inventados por el hombre nunca tendrán alma, ni emociones, porque en su interior solo hay engranajes, que día a día hay que engrasar, además, ellas también se rompen, estropean y acaban muriendo, siempre será el mismo ciclo para todos.           

  En la mayoría de la gente es mentira que nos invada el espíritu navideño, lo estamos perdiendo cada año a pasos agigantados, dominándonos un espíritu comercial, dejándonos cegar por las luces de los grandes comercios, olvidando la verdadera esencia de lo que es en realidad la Navidad, porque en el fondo lo estamos dejando de lado, priorizándolo todo en las cosas banales que la vida nos pone por delante.



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