Una lección de humildad
Una
lección de humildad
Minicuentos (10): En
compañía de James Baldwin.
El califa y el poeta
La
historia está siempre marcada por personajes que dejaron huella, tanto en
tiempos pasados como en modernos, y hasta estas líneas silenciosas de esta bitácora
que nadie lee llega James Baldwin, un hombre que luchó por la libertad, junto a
unos principios que siempre consideró justos, siendo un gran defensor de la lucha
racial y sexual en ese país que dicen que es cuna de la libertad, llamado
Estados Unidos. Hoy le recordamos mediante este pequeño relato que paso a
transcribir en el ecléctico blog dedicado al silencio.
Una
de sus frases más famosas fue la siguiente, en un ensayo que escribió para el New
York Times en el año 1962, “No todo lo que se enfrenta se puede cambiar; pero
nada se puede cambiar hasta que se afronta”.
Cierto día el califa Harun al
Raschid organizó un gran banquete en el salón principal de palacio.
Las paredes y el cielo raso
brillaban por el oro y las piedras preciosas con las que estaban adornados. Y
la gran mesa estaba decorada con exóticas plantas y flores Allí estaban los
hombres más nobles de toda Persia y Arabia. También estaban presentes como
invitados muchos hombres sabios, poetas y músicos.
Después de un buen tiempo de
transcurrida la fiesta, el califa se dirigió al poeta y le dijo:
-Oh, príncipe hacedor de hermosos
poemas, muéstranos tu habilidad, describe en versos este alegre y glorioso
banquete.
El poeta se puso de pie y empezó
con estas palabras:
-¡Salud!, oh califa, y goza bajo
el abrigo de vuestro extraordinario palacio.
-Buena introducción -dijo
Raschid-. Pero permítenos escuchar más de tu discurso.
El poeta prosiguió:
-Y que en cada nuevo amanecer te
llegue también una nueva alegría. Que cada atardecer veas que todos tus deseos
fueron realizados.
-¡Bien, bien! Sigue pues con tu
poema.
El poeta se inclinó ligeramente
en señal de agradecimiento por tan deferentes palabras del califa y prosiguió:
-¡Pero cuando la hora de la
muerte llegue, oh mi califa, entonces, aprenderás que todas las delicias de la
vida no fueron más que efímeros momentos, como una puesta de sol.
Los ojos del califa se llenaron
de lágrimas, y la emoción ahogó sus palabras. Cubrió su rostro con las manos y
empezó a sollozar.
Luego, uno de los oficiales que
estaba sentado cerca del poeta alzó la voz:
-¡Alto! El califa quiso que lo
alegraran con cosas placenteras, y tú le estás llenando la cabeza con cosas muy
tristes.
-Deja al poeta solo –dijo
Raschid-. Él ha sido capaz de ver la ceguera que hay en mí y trata de hacer que
yo abra los ojos.
Harun al Raschid (Aaron el
Justo), fue el más grande de los califas de Bagdad. Se puede encontrar más
historias sobre él en ese maravilloso libro conocido como Las mil y una
noches.
Comentarios
Publicar un comentario