Los días perfectos
The
constant sorrower
Are
you still there?
(¿Sigues
allí?)
Hay libros que no te
llaman, que no te llenan, que no te logran convencer, y este ha sido uno de
ellos, ya que desde el primer momento no me ha entrado por el ojo, cada página
que leía me parecía una pérdida de tiempo, una pesada losa sobre mí ya discapacitado
cuerpo, haciendo la lectura con desgana, porque me ha resultado aburrido de
narices, por no decir una cosa peor, hasta que llegué a la página 116, pero eso
lo comentaré más adelante.
Si desde el principio no
gusta una cosa, es mejor dejarlo, pero este librito en cuestión, forma parte de
las lecturas de nuestro club ‘Gijón-Sur’, y lo he leído para no faltar
al respeto al resto de compañeras/componentes del mismo, y… en segundo lugar
por el compromiso que tenemos adquirido, por lo menos yo, así veo el asunto.
Una historia, una aventura
extramatrimonial, unos viajeros cuernos que a mí, ni me van ni me vienen, de
esas que son para ir a soplarla al sol de las islas Mauricio, comparada
eso sí, con la misma relación que tuvo/mantuvo William Faulkner con su amante
Meta Carpenter, en fin, un rollo de cojones, donde los colchones tipo trampolín
olímpico, hamburguesas de diez mil calorías, no aptas para la salud de
cualquier ser vivo, fuertes bebidas alcohólicas para ponerte chachi piruli con la churra bien p´arriba, si es que
aún se te sube, honky-tonky barato y polvos de hotel en magullados colchones,
están a la orden del día, junto a una relación que como todas las de este tipo
están destinadas al fracaso, porque se acaban debido a que la goma se ha
estirado demasiado, y algún día tiene que romperse, entonces cuando eso sucede
le deja jodido, comiéndose la cabeza de la manera más estúpida posible, vamos,
el pan nuestro de cada día, un ‘paternóster’ dicho de carrerilla para
quedarte sin respiración, una vida barata vivida de postureo, con el dinero de
sus respectivos trabajos, si es que se puede decir que trabajan, ya que
solo se dedican al folleteo, vuelvo a repetir que su vida, llena de postureo
está sacada de engañosos suplementos de periódicos, con noticias llenas de
avecrén, para cocinar un sopicaldo bien soso, barato e incomible, que da como
resultado una mala digestión, que al mismo tiempo es el resultado de leer
pacientemente y con calma esta lectura. Hay que joderse. Luego si por
una casualidad nada casual recibes la carta de despido, dirás que, es una
verdadera putada, pero no es así, porque tu sabes, que aparte de tocar los
güevos a la ‘dire’ del periódico, te has tocado los güevos musicalmente
hablando en el estado de la Estrella Solitaria, dígase Texas, lugar
único donde los haya. Mecagüen la madre puta, chíngale ahí mi wey.
Página tras página vemos como
va sucediendo la apasionada aventura entre la mexicana Camila y el santanderino
afincado en Madrid, un tal Luis, que teme que de un momento a otro le den una
buena patada en el culo, largándole del trabajo, (esto ya lo he dicho antes)
sobre todo cuando se enteren a que dedica no el tiempo libre, sino el dinero
destinado a esos artículos de tercera que escribe en el periódico que
mensualmente le da de comer. Volviendo al tema. Era un buen arreglo el que
tenían, verse cuatro días al año, cuatro días de polvos y escapadas, siendo el fucky-fucky
su principal actividad, con una huida hacia la nada que nada tenía que ver con
la de Telma y Louise, una aventura muy desventurada destinada al fracaso -bueno,
eso ya lo dije un poco más arriba, pero tenía que volver a repetirlo, echando
la culpa de esa frustración matrimonial al llamado tedio que surge tras
unos años de convivencia, a causa del día a día, pero tras esa excusa siempre
hay una cobardía y, subrayo la palabra cobardía. Si tanto quiere a
Camila, ¿por qué no convirtió esa aventura en algo más? Pienso que es un egoísta
y un cobarde con mayúsculas, pero para que aprendas algo referente a la
cobardía (esto no se lo digo al lector de estas para nada leíbles líneas, es
para el protagonista de la historia) , te aconsejaría que escuchases la canción
‘Coward of the County’ de Kenny Rogers, escuchando de paso música
country de verdad.
Faulkner y Meta Carpenter tuvieron 30 años de intercambio epistolar, así que este libro bien pudiera ser o titularse diario de un recuerdo y, Faulkner tenía razón, el dolor se convierte en una parte inevitable de lo sucedido, porque cuando vuelve a escribir a Meta dos o tres años después, se habían conocido 15 años antes, ella ya estaba casada. Entonces, es cuando entramos para mí en la famosa página 116 que ya os he contado, que fue cuando me empezó a interesar un poco la historia, pero solo un poco.
Y esa frase, “Are you
still there’”. ¿Sigues allí? Resuena una y otra vez en nuestros oídos.
Entre la pena y la nada, yo también me quedo con el dolor, con ese the
constant sorrower, el doliente constante con que empezaba esta reseña.
Si nos invade el tedio
matrimonial, el de la pareja, tenemos que tener algo en cuenta, esa cosita
importante que revolotea por nuestra cabeza, tocándonos los colindrones, y
es que, es mas importante aprender ha aburrirte que aprenderte la tabla de
multiplicar.
Yo me
aburro.
Tú te
aburres.
Él se
aburre…
Don´t
mes with Texas
Los extraños corsés de la
sociedad no los ponen los demás, nunca nosotros, pero con los/las amantes pasa
lo mismo que con el matrimonio, al final llega eso que se llama tedio, de nuevo
vuelve a salir la palabra de las narices, y se jode todo, dicho de otra forma
más sensata, educada, o como coño le queráis llamar, tienes que volver a
empezar, ese beguin the beguin de todos los días, es la pescadilla que
se muerde la cola.
El autor de este libro tiene
razón en una cosa, el jardín matrimonial puede y va convirtiéndose en un
desastroso páramo. Debido al tedio de todos los días, ese maldito hastío que
todo lo jode (estropea más bien, me estoy volviendo muy mal hablado), que a
tantas parejas a mandado a ‘tomar por culo’, no perdona ni una y, eso
pasa también con las aventuras, que en un momento determinado también dejan de
ser aventuras.
La rutina lo ocupa todo, lo llena todo, lo enajena todo, ese sí que es un buen matrimonio, el tedio y la rutina hacen muy buena pareja, estos dos sí que se llevan de puta madre, en eso no hay discusión alguna, y llaman a la puerta de la alcoba, de nuestro especial páramo-tálamo cuando menos los esperamos, porque cuando lo hace, mala suerte tíos, tenemos al señor desgaste tocándonos los güevos y metido hasta la cocina, zampándose medio frigorífico, hay que joderse amigos, el quiere que se mecanice la pareja y, eso, es malo, malo, malo, ya que el matrimonio se vuelve una enfermedad crónica y degenerativa, además en estos casos graves, el sexo y el entenderse bien en la cama, tampoco vale.
No hace falta la
planificación, eso nos cuenta el protagonista de la historia, porque lo ha
vivido en sus propias carnes, pues vivió en un viaje de pareja (con su mujer,
no con la amante) 16 días perfectos improvisados, sin falta de organización.
Visto lo visto, no pienso continuar más con esta entrada, que me está costando
hacerla, ya que cada párrafo se está convirtiendo en una desmotivación
continua, como la vida y las experiencias del protagonista de esta cansina
historia, con un pésimo gusto para mi admirado honky-tonky. Sintiéndolo
mucho por todos aquellos a los cuales les ha fascinado el libro, este no ha
sido mi caso, que en está bitácora del silencio, la cual nadie lee, puedo decir
tranquilamente que me ha parecido mala, mala de solemnidad. Un asunto más para
terminar con esta tremenda turra a la que os estoy sometiendo hoy, ‘Los
días perfectos’, ‘Nog’ y ‘Snuff’, creo que son de los tres peores libros
que he leído en mi vida, finalmente señores, el círculo queda cerrado.
Club
de Lectura Gijón-Sur
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