Los colonizadores
Los colonizadores
Corto
de café: Una de americanos…
Los colonizadores
Sin acritud, más bien digamos que está escrito en
clave de humor, un humor que algunos parecen ser que no tienen…
Ahora que entramos en la gran
fantasmada de la “era Trump”, (el gran fantasioso marciano) en la cual
tendremos que aguantar y sufrir sus payasadas, viene muy a cuento este corto relato
sacado de “Crónicas marcianas”, escrito allá por los lejanos años 50’s
del siglo pasado, un título que parece ser que nunca muere, porque el gran
colonizador del mundo todavía no ha conseguido algo… ser el presidente del planeta
rojo, más conocido como “Marciania” y eso queridos amigos le j*** bastante,
pero ya está dando los primeros pasos, enviando a unos valientes colonizadores,
herederos de los antiguos pioneros del viejo oeste, que se encargarán de
allanarle el camino.
Al grano:
Los hombres de la Tierra llegaron a Marte. Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Dejaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o abandonar algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno indicaba desde carteles de cuatro colores, en innumerables ciudades: Hay trabajo para usted en el cielo. ¡Visite Marte! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio solo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes de que el cohete dejara la Tierra. Enfermaban de soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce al tamaño de un puño, de una nube, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que no ha nacido nunca, que no hay ciudades, que no está en ninguna parte, y solo hay espacio alrededor, sin nada familiar, solo hombres extraños. Y cuando los estados de Illinois, Iowa, Missouri o Montana desaparecen en un mar de nubes y, más aún, cuando los Estados Unidos son solo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta parece una pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por las llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.
No era raro, por lo tanto, que los primeros emigrantes fueran pocos. Su número creció constantemente hasta superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores. Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.
Post scriptum:
Pasado un tiempo de aposentamiento
marciano me hago una serie de preguntas sobre “los hombres de la Tierra”, dígase
los peregrinos, pioneros o embajadores del gran egocentrista “Presi Trump”. Qué
harán sin Coca-Colas, hamburguesas, sin beisbol, sin sus 3864 calorías diarias
para subsistir en “Marciania”, con las barbacoas inutilizadas, sin salsa
pringosa para sus costillas de buey malsano de Oregón… todo se quedará en agua
de borrajas, todo se quedará en un simple sueño para nada americano, una
pesadilla de derrota, donde el espacio será su ruina.
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