Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa

 



Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa – (Ishasi Kashiwai)

 

 

Largo de café: Todavía nos quedan muchos platos por descubrir…

 

Cuando lo imposible puede hacerse realidad


 

“No hereda la sangre, sino las manos que saben y hacen”.


  Regresamos a Kioto, a esos recónditos y (des)conocidos lugares por el gran público, escondidos tras los cerezos en flor, junto a silenciosos y coloridos templos, donde los misterios de la gastronomía japonesa pueden hacerse realidad casi en un abrir y cerrar de ojos, a una taberna donde lo imposible no existe, donde el mínimo detalle y el sabor (irreplicable para el resto de cocineros) combinan a la perfección. Estamos hablando de la Taberna Kamogawa, esa que está regentada por un magnífico cocinero, policía jubilado llamado Nagare, que junto a su hija Koshisi forman un tándem único e indestructible.

   No importa el plato que quieras, no importa el condimento que quieras recordar, no importa el lugar ni el tiempo que haya pasado, la agencia de detectives gastronómicos Kamogawa hacen que lo imposible no sea un sueño, sino más bien esa receta del pasado que tanto te gustaba se haga bien presente y perdurable, hasta casi hacerte llorar, poniéndote las emociones a flor de piel, algo que podemos ver a través de los cortos capítulos que componen esta preciosa historia, porque detrás de cada una de ellas hay una persona con un pasado que quiere hacerlo realidad, que desea traer desde los tiempos más remotos, al más palpable presente.

La nostalgia es un buen condimento, qué duda cabe, pero solo hasta cierto punto; si se abusa de ella termina por aburrir”.


Imagen del Templo Kinkaku-ji o 'Pabellón Dorado' 


Ultílogo:

   Unos días atrás colgábamos en esta silenciosa bitácora que nadie lee otro relato del mismo autor, “Los misterios de la taberna Kamogawa”, y hemos de decir que merece la pena leer estas historias buenrollistas, que te reconcilian con la vida, con un mundo cada vez más deshumanizado, donde la empatía muchas veces brilla por su ausencia, pero Ishasi Kashiwai consigue pintar el planeta de un color positivo, de tal forma que cuando sales por la puerta de casa a realizar tus quehaceres diarios, te das cuenta que la destrucción de este ‘planetoide’ todavía está muy lejos, porque todavía hay personas que creen en la felicidad, y que una de las mejores armas que posee el ser humano es la sonrisa, tan solo hay que saber utilizarla de la manera más apropiada, y también en el mejor de los momentos. ¿Nos acercamos hasta Kioto para que nos repliquen el plato de nuestros sueños y que nunca más hemos vuelto a probar?



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