Los hombres de la Tierra
Corto de café: Una extraña excursión de la mano de Ray Bradbury.
Dicen que en cada década de
nuestra historia suceden acontecimientos que pueden marcar para siempre a la
humanidad, unos para bien, otros lamentablemente para mal, y en la época de los
años 50 del siglo pasado hubo unos cuantos bien importantes, como por ejemplo
la primera transmisión experimental de la televisión comercial en color, casi
nada, todo un logro. Tampoco nos podemos olvidar en esa década prodigiosa fue
coronada reina del Reino Unido de la Gran Bretaña, Isabel II de Inglaterra a la
edad de 26 años y, los años 50’s fue la irrupción de la época dorada del rock
and roll.
Por ejemplo, para los curiosos,
vamos a dar un dato de esos que tanto les va a gustar. A mitad de época
aparecen los primeros cinturones de seguridad en los coches, así que, para que
no digáis que me he pasado de rosca con tan didáctica introducción, diré una
cosa que sí viene a cuento. En 1950 sale publicado el libro ‘Crónicas
marcianas’ del maestro Ray Bradbury, aquel que se comenta que en los
inicios de su carrera alquilaba por horas una máquina de escribir para poder
contar historias, donde el título, ‘Los hombres de la Tierra’, el relato
que narramos hoy en esta silenciosa bitácora que nadie lee, conformaba parte de
los relatos que aparecían en esa icónica obra del reconocido autor
estadounidense, con admiradores por todo el mundo.
Si leemos los relatos anteriores,
nos enteramos que, con anterioridad -seis meses antes- dos astronautas habían
sido enviados a Marte, pero fueron asesinados por unos marcianos celosos, todo
un crimen romántico, pero como no hago spoilers, no continuaré con la historia,
para eso tenéis que leer esa parte. Prosigamos…
¡Dígale
que venimos de la Tierra! ¡Que nadie vino antes de allá!
Una segunda expedición,
capitaneada por Jonathan Williams, junto a un equipo de tres hombres aterrizan
en Marte. Esperando honores y gloria por tal acontecimiento y, agradecimientos
por ser colonizados por ellos, esa raza humana que se cree que todo lo sabe,
que todo lo puede controlar y estropear, pero… se encuentran con la sorpresa de
que pasan olímpicamente de ellos. Ante su asombro son recibidos con tal
indiferencia que les sorprende, siendo enviados de un lado a otro, como un
paquete sin destino, sin dirección exacta, para ser recibidos de una manera
digna, algo que les incomoda bastante.
Hago un inciso en esta parte
porque quiero comentar la forma en que, el amigo Bradbury critica a las
sociedades modernas de hoy día. Hay grandes naciones, potencias mundiales que,
cuando colonizan algún lugar se creen con el derecho a casi todo y,
desde ese momento todo ese sitio, porque para ellos es un sitio,
queda hecho un yermo. Otra de esas tildas y censuras van contra la burocracia
que ante la resolución de cualquier problema te manda de un lugar a otro, donde
todo es ‘para mañana’ y ese mañana no llega nunca, como si fuera el título
de una película de James Bond, quedando como el famoso cóctel de este singular
personaje, agitado, batido y hasta los coj… mientras el problema sigue sin
resolverse. La especial ironía del autor sale a relucir gracias a su particular
mente y forma de ver las cosas, esas situaciones de la vida, que el mostraba a
su manera.
Las adulaciones pasan
de largo para los cuatro astronautas, comprobando todo el desinterés que
levanta su presencia y esa colonización que les convertiría en grandes
prohombres. Tras un largo de casa en casa para ser recibidos, acaban en
una habitación repleta de marcianos. Tras los aplausos y vítores del principio,
-que tanto esperaban- se dan cuenta de la situación. Están metidos en un
cuarto, sala o estancia, antes llamada manicomio, llena de personajes cada cual
más extraño, y eso que son marcianos. Advertiros que, los marcianos de forma
telepática pueden ver las alucinaciones de los enfermos mentales, por eso desde
su llegada a Marte nadie les ha hecho ni puñetero caso.
Era el
tiempo lento y caluroso de las primeras horas de la tarde. El murmullo de las
voces se apagó. En la silenciosa habitación solo se oía la respiración de los
hombres. Pasó una hora.
El psiquiatra que los atiende y
encargado del ‘manicomio’ cree que el capitán es un loco de atar, un
pirado que dice proceder del planeta Tierra, y que ha llegado a Marte en un
cohete, donde el resto de astronautas, compañeros del capitán son en realidad
alucinaciones provocadas por él mismo. Harto ya de tantas tonterías, Johnatan
Williams decide enseñarle el cohete en el cual han venido, pero el psiquiatra,
siempre en sus trece, sigue pensando que todo es producto de la locura mental
del capitán, que lo trastorna y trasforma las situaciones que vive al antojo de
las circunstancias.
Usted
cree que estamos locos, y no lo estamos -dijo el capitán-
El responsable del manicomio
marciano decide cortar por lo sano, resolviendo el problema a su manera, como
en los tiempos del viejo oeste, como un duelo al amanecer, como una de esas
películas espagueti western. Dispara al capitán, matándolo. Cuando comprueba
que sus tres compañeros siguen vivos piensa que a podido matar o terminar con
el capitán, pero no así con sus alucinaciones, que siguen vivas y coleantes.
Dispara también contra los astronautas, terminando con sus vidas. Se asombra,
desespera y asusta al ver que el cohete ‘de los huevos’ continuaba en el
mismo lugar sin desvanecerse, que la gran alucinación no había desaparecido,
creyendo entonces que el mismo también está contaminado, que todo lo que ve y
observa también es una alucinación y, decide suicidarse al ver que no hay
arreglo posible ante esa insostenible situación.
Nunca
conocí ejemplo más increíble de alucinación de alucinación sensorial y
sugestión hipnótica… Fantasía auditiva… Alucinación olfativa inducida por
telepatía sensorial… Fantasía labial.
Al día siguiente como nadie sabe
que ‘coño’ es el cohete, deciden solucionar la situación de la forma más
práctica. Es vendido como chatarra.
Hasta
que demostremos que no somos sicópatas
Post
scriptum:
Nadie es más que nadie, no debemos
vanagloriarnos de nuestros logros, todos más o menos somos iguales, eso sí, con
pequeñas diferencias. Algunos se creen el culo del mundo, pero la estupidez
humana es más grande que cualquier galaxia por muy lejana que sea. No
necesitamos ni aplausos, ni glorias, tan solo ser nosotros mismos.
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