Versos iluminados




Versos iluminados – (Isaac Asimov)

 

 

Corto de café: Una fiesta en compañía de la señora Lardner.


 

Reajustando a Max

 


“La última persona en quien se podía pensar como asesina era la señora Alvis Lardner. Viuda del gran mártir astronauta, era filántropa, coleccionista de arte, anfitriona extraordinaria y, en lo que todo el mundo estaba de acuerdo, una genio. Pero, sobre todo, era el ser humano más dulce y bueno que pudiera imaginarse”.


Aviso al lector: puede contener espoilers.


Hay asesinatos que pueden ser considerados como necesarios, sobre todo cuando el estúpido o listo de turno, sin pedir permiso a nadie mete las narices donde nadie le llaman, creyéndote el dueño del mundo, cuando no eres más que un ser insignificante, eso fue lo que le pasó al metepatas de John Semper Travis jefe del denominado Buró de Robots y Hombres Mecánicos, que tuvo la (in)feliz idea de reprogramar sin pedir permiso a nadie a Max, uno de los robots más queridos (aunque estaba considerado por el resto de ingenieros como un trasto inútil) por parte de la admirada señora Alvis Lardner, creadora de las mágicas y más imposibles esculturas de luz de todo el universo, porque ella estaba considerada una genio.

-“Está totalmente desajustado y es un modelo muy antiguo. ¿Por qué no lo ha devuelto a la fábrica?”

El desajustado Max tuvo la mala suerte de tropezarse con el engreído de Travis, aunque solamente estaba cumpliendo con el trabajo robótico para el cual estaba programado, cumpliendo a la perfección sus cortas obligaciones, recoger abrigos y sombreros, algo que le crearía un serio problema a él y a la señora Lardner, que amaba con locura a su incomprendido robot, pues decía que era completamente inofensivo y encantador, además era suave, metálico, vagamente humano, pero inexpresivo.

“Un extraño cambio se reflejó en el rostro de la señora Lardner. Por primera vez en su vida plácida la furia encontró un lugar en su rostro, era como si sus facciones no supieran cómo disponerse”.

¿Qué secreto escondía el inofensivo y considerado medio inútil de Max? Un secreto que solo conocían ellos dos,  que les hacía felices, algo que tenía que ver con la construcción de las famosas esculturas de luz realizadas por la afable viuda del conocido astronauta, considerado un verdadero héroe nacional, que desencadena la escena final del relato. “Se echó sobre él, con la daga levantada, demasiado de prisa para que nadie pudiera detenerla, y él ni siquiera trató de esquivarla. Alguien comentó que no la había esquivado. Como si quisiera morir…”


"La parte más triste de la vida en este momento es que la ciencia reúne el conocimiento más rápidamente que la sociedad reúne la sabiduría".


Post scriptum:

            El hombre del cerebro positrónico, aquel que hacía sonreír a los ciborgs, aquel que era capaz de responder a la última pregunta nos presenta un relato lleno de respuestas, donde los robots no es que adquieran sentimientos humanos, sino más bien que los hombres mecánicos son capaces de humanizar al hombre, en un mundo cada vez más deshumanizado, haciéndolo por medio de la empatía, donde el ser vivo tiene que agradecer al robot su trabajo, no solo al simplificar su vida, también al hacerla más agradable, como es el caso de Max capaz de amenizar la existencia de la señora Lardner, construyendo para ella las más fantásticas esculturas de luz que jamás se hayan creado, y todo gracias a que tenía desajustadas sus sendas cerebrales positrónicas.



  

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