La Santa Compaña
La Santa Compaña – (Lorenzo G.
Acebedo)
Largo de
café: En los interiores más oscuros del mester de clerecía.
Una clerecía muy fornicaria… y bebedora
Amigos, si quisiéssedes un pocco esperar,
aun otro miraclo vos querría contar,
que por Sancta María dennó Dios demostrar,
de cuya lege quiso con su boca mamar.
Un monge beneíto fue en una mongía,
el logar no lo leo, decir no lo sabría,
querié de corazón bien a Sancta María,
facié a la su statua el enclín cada día.
(Milagros de Nuestra Señora II: “El
sacristán fornicario”)
Introductio:
De Silos a
Santiago de Compostela hay una buena tirada, una de esas caminatas de narices
que no se olvidan, y más aún en aquellos tiempos, pasado el año 1200 de Nuestro
Señor, como se decía antiguamente. Es en esa peregrina ciudad, final de
trayecto del famoso camino donde ocurren todos los hechos que acaecen en la
historia, donde nuestro héroe Gonzalo de Berceo, amante del buen vino, por
encargo del arzobispo de la ciudad, y antiguo compañero de estudios del
medieval bate, pone en funcionamiento todas sus neuronas, algo alcoholizadas,
para resolver el fenomenal embrollo en el que le han metido, encerrona incluida,
que poco a poco se va convirtiendo en un cenagal, donde la mierda irá saliendo
a raudales, en una lectura en ‘cuaderna vía’, bien regada de vino,
juergas, putiferios, leyendas y supersticiones de toda clase, escritas sin ningún
tipo de escrúpulos por un desconocido autor, que escribe bajo el seudónimo de
Lorenzo G. Acebedo, ya conocido por todo el publico debido a su anterior
novela, “La taberna de Silos”, que también resultó ser un gran éxito,
teniendo una muy buena acogida dentro del mercado librero.
Brujerías,
jubileos, una virgen -Nuestra Señora- que debe de haber huido
despavorida ante los desmanes del cabildo catedralicio, hombres sin fe, más
partidarios de la filosofía epicúrea y de aquí te pillo aquí te mato,
que de realizar el Oficio Divino, algo que se la sopla y les da demasiado trabajo,
cambiando la oración por el bebercio y el fornicio, junto con un amor al dinero
desorbitado, sin olvidar tampoco las ambiciones personales, que según los
personajes de la historia, son de diferente índole.
“(…) y me largué de allí de nuevo
asombrado con la inagotable capacidad del hombre para arruinar la vida. La
propia y la de los demás”.
Ten mucho
cuidado, porque al pasar las hojas según vayas efectuando la lectura, la
Santa Compaña te está esperando, para apresarte y que encabeces tal
peculiar y tenebrosa profesión, un oscuro cortejo, compuesto de almas sin
pena nada apetecible de encontrar, que puede causar espanto y temor a más
de uno. Una lectura donde los personajes secundarios adquieren gran relevancia,
como Lope, Lupa (la peculiar tabernera), la abadesa del extraño convento y… el
futuro rey Alfonso X ‘el Sabio’, un infante ávido de aventuras y de una búsqueda,
que aquí no voy a contar, porque últimamente estoy haciendo bastantes
espóilers, y eso no me gusta.
“La Santa Compaña es la versión
galaica de la hueste antigua o estantigua, otro de esos cuentos de viejas para
asustar a los niños que demasiados mayores se creen al pie de la letra”.
Ultima verba:
Demasiado
vino, demasiada jodienda, demasiados pecados, y en ocasiones, demasiado
pesado. Las barricas de vino hace que se alargue la lectura un poco, dando demasiados
rodeos siempre con el mismo tema, siempre erre que erre, que pena, porque para
mi gusto la historia, que prometía mucho, va de más a menos, y todo por la
manía de Lorenzo G. Acebedo de liar la madeja demasiado, con lo que
puede cansar al lector, y hacer que divague, como ha sido mi caso.
Eso sí, es
una obra muy bien documentada, con matices muy policiales, que me han recordado
a “El nombre de la rosa”, Umberto Eco siempre presente, “El monasterio” de Luis Zueco, “La abadesa de Bingen” y si me
apuráis “El escribano” de Catherine Jinks. No hay ningún Jorge de
Burgos, que intente borrar la sonrisa de la boca de los aquí presentes, todo lo
contrario, nos encontraremos con unos hombres sin fe demasiado puteros, donde
en vez de abrazar el misal, abrazan sin vergüenza alguna un buen tonel de vino,
listo para ser vaciado sin contemplación, con la mayor rapidez posible, no sea
que se vaya a agriar, y la verga bien preparada por si surge la ocasión…
“La verdad no es siempre lo que
parece, a menudo está oculta bajo una capa de mentiras y engaños”.
(El nombre de la rosa)
Club de Lectura de Asempa.
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