El mechón blanco
El mechón blanco – (Pardo Bazán)
Corto de café: Un día cualquiera en Marineda.
Son
rumores, rumores
“Porque es de advertir que la generala para irritar la
imaginación y estimular con mayor fuerza la codicia de los varones, unía a su
tipo meridional, provocativo y tentador, una gran reserva, un alarde de
formalidad y recato sobrado aparente para no pecar algo de artificioso y
postizo”.
Introductio:
En
la media-alta sociedad que pululaba y trajinaba por la vida en los aburridos
quehaceres diarios en los tiempos de Pardo Bazán (doña Emilia), vivían de los
dimes y diretes, cotilleos e hipocresías sociales de aquellas épocas, donde las
bien miradas apariencias -que en realidad todo eran mentiras- malamente
disimuladas, porque el que más y el que menos siempre tenía algo que callar y,
también que esconder, con terribles verdades que se ocultaban tras los
coloridos cortinones, desteñidos a causa de las falsedades inventadas, en las
tristes casas señoriales, venidas a menos, pero de gran importancia, relevancia
más bien, porque en ellas vivían familias de buen ver (la buena reputación
siempre por delante) y gran renombre, (hay que joderse).
Eso
sucede con ‘La Generala’, en una ficticia ciudad llamada Marineda, (que
podía ser otra cualquiera de nuestra querida España),encontrándonos con una
mujer cuyas virtudes son puestas en duda, en esa enmarañada tela de juicio,
siempre tan vulgar, por no decir despreciable, debido a un mechón blanco
que cubre una de sus sienes y claro, aparecen los chismosos de turno, los que
más saben de todo, pero que en el fondo no saben nada, ni como se llaman ellos
mismos, ni cómo se fríe un huevo al revés, que al no tener nada importante que
hacer (a parte del ganso), en esa “apacible” vida de tumbarse a la bartola,
tocar malamente las narices y criticar al vecino, que se ha convertido en el
deporte nacional, vuelvo a repetir eso de… reprochar las acciones de su semejante,
que nada le hizo, empezando a correr por la boca de todos las estupideces que
se suelen decir en estos casos, sobre el motivo del famoso y cacareado mechón
blanco que cubre una de sus sienes. El gran problema es o surge cuando la
mayoría de estos provincianos zotes (porque lo son y lo demuestran), se las
empiezan a creer.
“¡El mechón blanco! Ya lo creo.
Conozco su historia. ¿No ve usted que estando yo de oficial primero en la
Delegación de Zaragoza, vivía allí el general con su mujer? Sólo que entonces
era brigadier no más”.
Post scriptum:
No
se puede vivir de las apariencias, tampoco de intentar agradar a tu prójimo en
cada paso que das, porque tener un mechón blanco no es para nada vergonzoso. Un
‘pacto fallido con Dios’, una promesa incumplida y, el naturalismo de Pardo
Bazán (doña Emilia) siempre muy presente en su escritura.
Ultíllogo:
Un relato que fue publicado en el año 1892, dentro de
la colección “Cuentos de Marineda”. Pardo Bazán nos quiere mostrar aquí
algo, mediante la crítica a esa moral de su tiempo, -que me ha recordado muy
mucho a la falsa moral victoriana-, y a esa cristalina (por su fragilidad)
afamada reputación burguesa, que al final no lo es tanto.
Queda
por responder un asunto más. ¿Cuál es el verdadero significado del famoso
mechón en la sien de ‘La Generala’? Pues… las heridas emocionales con
las que la vida te está agrietando la existencia, donde de forma maestra
doña Emilia nos deja un final abierto, para que cada uno de nosotros lo cerremos
de la forma que creamos más oportuna, así que, cada cual pueda intuirlo como
muy bien le venga en gana.
“La malicia de los provincianos es como
el ardid del salvaje: instintiva, paciente y certera. Acecha diez años para
averiguar lo que no le importa. Hace arte por el arte; eclipsa a la policía y
en cambio, obtiene el triunfo de comprobar que del mismo barro estamos amasados
todos. Cruel, implacable, araña la herida para arrancar un grito de dolor que
denuncie el punto donde sangra”.




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