Ahorcamiento de un juez

 



Ahorcamiento de un juez

 

 

Corto de café: Un paseo matutino hasta el Palacio de Justicia.

 

Una horca espera pacientemente por su ajusticiado

 

“Aquella mañana el juez Onofrio Clérici notó un aire distinto en el ir y venir de las gentes. Atravesaba todos los días la ciudad en un carruaje frágil, desde su casa hasta el Palacio de Justicia, y allí la gente llenaba las aceras, con aquel dejar caer cansadamente los hombros, los amontonamientos alrededor de las morenas vendedoras de castañas, los gritos de ciegos: lotería… millones… Y los golpes sordos de los cuadernos en las carteras cuadradas de los escolares y las cestas rebosantes de berzas y apios roídos por las babosas”.


  Eran tiempos difíciles, eran tiempos duros, momento de hacer justicia, y también de tomar la justicia por nuestra mano, aunque en muchas ocasiones dicha justicia no era igual de equitativa para todos, dejando mucho que desear, porque los buenos no siempre ganan, o tal vez sí.

    Aunque por el título del relato el final puede ser muy previsible antes hay que desarrollar la historia, y desde un principio Ítalo Calvino nos muestra al juez Onofrio Clérici como un verdadero cabrón, hipócrita personaje que se cree un verdadero justo entre los justos, un hombre enamorado de sí mismo, pero sobre todo de su puesto, trabajo y posición, al que le daba asco la plebe, la gente normal y corriente que suele pulular por los juzgados, o no, un resto del mundo al cual no pertenecía, al que tachaba de vulgar.

   Utilizaba las artimañas legales que él solo conocía, para favorecer siempre a los mismos, a los poderosos, a aquellos acomodados que siempre están en lo más alto de la pirámide política y social, una estirpe que según su malsano pensamiento era la única preparada para sacar hacia adelante a una sociedad que estaba en declive, una generación degenerada, llena de humanos gritones, sucios, harapientos y con una multitud de hijos costrosos.

  Todo tiene un límite, ese fatal momento en que el agua desborda el vaso, surgiendo lo predecible, aquello que todo el mundo espera, para eso no hace falta ser adivino, donde unos andrajosos personajes que él tanto odia, deciden tomarse la justicia por su mano.


Ítalo Calvino

Ultima verba:

  Ítalo Calvino es un autor único y personal, de eso no tengo ninguna duda, mostrándonos la realidad de la vida misma, y en este relato nos narra como era Italia después de la II Guerra Mundial, llena de heridas y grietas muy difíciles de cerrar, donde la mayoría de las veces los de arriba siempre salen de rositas, mientras que los pobres solo pueden lamerse las heridas en el mejor de los casos, así que Ítalo Calvino hace esta gran denuncia social, donde la irrealidad o anormalidad puede hacerse realidad. Corría el año 1949 cuando escribió este relato tan atemporal. Hoy día por suerte las cosas han cambiado, pero todavía queda mucho por hacer.


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