El hombre de la multitud

 



El hombre de la multitud - (Edgar A. Poe)


 

Corto de café: Persiguiendo a un hombre entre el vulgo de Londres.


 

Que gran desgracia la de no poder estar solo”

 

Introdutio:   

    En el interior de una cafetería un hombre contempla embelesado el ir y venir de la gente, el trasiego diario a través de los cristales de la ventana, catalogando a la gente según la pertenencia, el nicho social en el cual se desenvuelven diariamente, pero que a pesar de vivir en una gran ciudad, una hermosa metrópoli de la cual presumen, en el fondo viven solos, actúan y efectúan su trabajo solos, dando igual el gentío que les rodea. 

“Hay hombres que mueren en el silencio de la noche, estremeciéndose entre las manos de espectros que torturan con solo mantener fija sobre ellos su implacable mirada; hombres que mueren con la desesperación en el alma y un hierro candente en la laringe, a causa del horror de los misterios que no consienten que se les descubra”.

    En esta tesitura de observancia hay un hombre que le llama poderosamente la atención, dejándolo todo para seguirle, en una auténtica y curiosa persecución por las calles de un atiborrado Londres, una verdadera ginkana que parece ser no tiene fin, sin sentido alguno, que trae de cabeza al narrador-perseguidor, pensando en que pudiera ser un verdadero criminal que esconde sus intenciones entre el populacho, que intenta hacer alguna de las suyas entre la multitud.

“Hasta entonces jamás había yo visto nada semejante a esta expresión, ni aún en grado remoto. Me reconocí dominado, seducido, cautivo, en fin, de aquel singular personaje”.

Post scriptum:

  Cada uno somos lo que somos, no hace falta esconderse, aunque algunos lo hacen sin miramiento alguno, pero mientras unos no se esconden (perdonarme la reiteración), otros intentan ocultar sus miserias, escapando entre el gentío de la confusión que sus actos pudieran generar.

   No me ha quedado nada en claro, es el cuento más aburrido y absurdo de Poe, aunque también pudiera añadir confuso. Aunque me gusta observar a la gente, no llego al grado de paranoia de este hombre, pensando mal de todo aquel que me rodea. Todos guardamos secretos, todos tenemos miedo a la soledad. Si lo llego a saber… no leo ni por obligación tan insípido relato.



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