Alba de Saturno

 


Alba de Saturno -  (Arthur C. Clarke)

 

Corto de café: Entre las lunas de Saturno.

 

¿Es posible construir un hotel en Saturno?

 

    Un ingeniero aeroespacial recuerda como conoció tiempo atrás, cuando estaba en plena fama debido a sus viajes espaciales a un hombre llamado Morris Perlman, que estaba muy interesado en que le contase sus viajes por el lejano Saturno.

Estaba tomando el desayuno en una cafetería, cuando un hombre de mediana es­tatura se sentó en el otro lado de la mesa que yo ocupaba. Saludó con un cortés «Buenos días» y después expresó su sor­presa al reconocerme. (Por supuesto, ha­bía planeado aquel encuentro; pero yo no me di cuenta en aquel momento).

  Este hombre es un próspero hombre de negocios que de pequeño había construido un telescopio para observar los planetas y el infinito espacio, pero a él siempre le había llamado la atención Saturno, y la fascinación por ese lejano planeta todavía seguía muy viva en su interior.

“Descubrí que cualquier idiota podía construir un telescopio en la propia co­cina de su casa, con unos cuantos dólares y un par de semanas de trabajo”.

   Era una gran empresario, un hombre hecho así mismo, una persona que gracias a su esfuerzo podemos decir que… el dinero era lo de menos, porque es el propietario de una lujosísima cadena de hoteles y restaurantes caros, podía ser perfectamente el rey Midas, todo aquello que tocaba, lo convertía en oro.

“Hace pues cuarenta años que miré a Saturno, pero jamás he olvidado aquella primera impresión ante su vista. La no­che pasada, sus fotografías me la trajeron a la memoria. Quisiera expresarle cuán agradecido me siento hacia usted.”

   Tiempo después, habían transcurrido cinco largos años y, tras la vuelta de un segundo viaje por las lejanas galaxias de Saturno, volvieron a encontrarse, a recordar conversaciones pasadas y hablar sobre futuros sueños, realidades que aunque lejanas sí podían ser posibles. En esos instantes fue cuando surgió la gran pregunta, una inesperada interpelación que, aunque pareciera imposible si parecía tener respuesta.

“¿Cuál sería el mejor satélite para instalar un parador de turismo?”.

   No le importaron las dudas del narrador, sus preguntas, parecía tener las cosas muy claras y, sobre todo las respuestas adecuadas a cada momento.

“Hace dos o tres siglos, casi todos los grandes centros de turismo mundial y lu­gares bellos de la Tierra se hallaban tan lejos de la civilización como lo está Sa­turno de nosotros en este momento. ¿Qué sabía Napoleón, pongamos por ejemplo, del Gran Cañón, de las cataratas Victoria, de las Islas Hawái, del monte Everest? Recuerde el Polo Sur: se llegó por pri­mera vez a él cuando mi padre era un niño… pero allí hay un hotel que ha conocido usted durante toda su vida”.

            Y el tiempo le dio la razón, la gran incógnita fue superada y resuelta por este hombre, capaz de hacer lo imposible realidad.

-Capitán, tengo un trabajo para us­ted…

Y aquí me encuentro. Es como gober­nar una nave del espacio, por supuesto… la mayor parte de los problemas técnicos son idénticos. A mi edad, ya soy demasia­do viejo para mandar una nave, por lo que le estoy muy agradecido al señor Perl­man.

Ha sonado el gong. Si las damas están dispuestas, sugiero que vayamos a cenar en el salón de observación.

A pesar de los años transcurridos, toda­vía me gusta observar a Saturno alzán­dose en el cielo… y esta noche puede apre­ciarse casi en su totalidad.

Desde la terraza de mi casa observo el cielo, tan solo quiero decir una cosa, yo también quisiera desde este mirador particular ver más de cerca la belleza y grandiosidad de Saturno.




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