Cosas de hombres

 



¡Cosas de hombres!

 

Corto de café: Hay situaciones donde las cosas deben resolverse de otra manera…

 

Hay muchas clases de amores, hay muchas clases de hombres

 

Cuentos valencianos (2):

 

Cuando Visentico, el hijo de la siñá Serafina, volvió de Cuba, la calle de Borrull púsose en conmoción.

    Continuamos este recorrido por tierras valencianas de la mano de uno de sus máximos representantes, Vicente Blasco Ibáñez, de sobra conocido por su gran obra y sobre todo, los relatos que aquí intentaremos reseñar de vez en cuando.

 

Argumentum:

     Visentico tras unos años fuera de la tierresita, concretamente en La Habana, retorna a su pueblo y (en teoría) con el riñón bien cargado de buenos dineros. Nada más posar los pies en Borrull “la Pepeta”, una moza de cuidado se enamora de tal singular personaje, dejando al Menut, un pobre currante y desgraciada pobreza con un palmo de narices, algo que no le sienta nada bien, sobre todo con las habladurías que hay al respecto en la villa con los amores del Visentico y ‘la Pepeta’, junto a las tomaduras típicas de pelo de los amigos del chaval a la puerta del bar de la localidad.

“Lo que ya no le parecía tan claro a la gente es lo que diría el Menut, un chicuelo enteco, vicioso, empleado del matadero para repartir la carne: un pillete con la mirada atravesada y grandes tufos en las orejas, que siempre iba echo un asco, y de quien se murmuraba si en distintas ocasiones había afanado borregos enteros”.

   Visto lo visto Pepeta no era tonta, y fijó su mirada en Visentico, que iba siempre echo un pincel y (en teoría) estaba forrado y no en el Menut, un hombre totalmente opuesto al primero.

“Indignábase (la Pepeta) al ver que aquel granujilla forrado en la mugre de la carne muerta aún tenía la pretensión de que continuase lo que solo había sido un capricho”.




   ‘El Menut’ ya no aguantaba más la situación, el refocile de la pareja ante sus ojos y el cachondeo de los amigos por culpa de la buena moza. Así que, una noche de caluroso verano y cuando más tranquila estaba la cosa, sucedió lo que tenía que suceder, aquello que parecía inaudito, imposible, aquello que sacaría de la tranquilidad a tan apacible pueblo.

“Y ‘El Cubano’, de pronto se bamboleó para caer como un talego de ropa, y en aquel momento desvanecióse la melosidad antillana, y el lenguaje de la niñez reapareció junto con la desgracia…”

  El Menut’ salió detenido del lugar de los hechos, atado y acompañado por la policía, lleno de arañazos, satisfecho de que la gente se agolpase a su paso, como si fuera una auténtica estrella de algo, saludando con altivez a diestro y siniestro. Cuando asombrados le preguntaron que había hecho, la respuesta fue bien sencilla.

¡Res: coses d’homens




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