La noche de los feos





Mario Benedetti – (La noche de los feos)

 

 

Corto de café: Un café en buena compañía, no importan las apariencias…


 

Un encuentro fortuito

 


   “Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia”.

 

Introductio:

    La canción dice que el mundo gira y gira, pero a pesar de que lo siga haciendo por los siglos de los siglos -eso espero-, hay cosas que nunca cambian, como las apariencias, el postureo en redes sociales, el aparentar lo que no somos, el mostrar que siempre somos felices y vivimos muy guay, ellas siempre mandan (esas falsas envolturas siempre tan engañosas), mientras que aquellos que son poco agraciados, no cumplen con los cánones de belleza establecidos, tienen obesidad o algún tipo de discapacidad, yo la tengo pues… tienen que joderse (con perdón).

Argumentum:

     En el año 1968, es decir 57 años atrás Benedetti ya tocaba el tema en este relato titulado ‘La noche de los feos’, que aparecía en el libro ‘La muerte y otras sorpresas’, donde dos feos, hombre y mujer se encuentran en la fila para entrar al cine. Ambos tienen unas deformidades bien visibles en los rostros, surgiendo entonces el denominado feeling entre ambos, pues cada uno se ve reflejado en la fealdad y deformidad del otro.

“ A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente”.

 

    Buscan esa compañía mutua de la que carecen, en esta sociedad que les (nos) desincluye de este mundo lleno de guapos de imitación, que en muchos aspectos tienen un comportamiento, aspecto y conductas (a)normales se mire por donde se mire. Una soledad que les unirá, una soledad que les acercará en busca de esa humanidad que el mundo que les rodea les niega a raudales (por ser feos de cojones, es así de claro), y esta es la puñetera realidad, aunque a más de uno NO quiera reconocerlo.

   «Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.»

Ultílogo:

            Benedetti pone el dedo en la llaga, pues es lo que sucede todos los días, -en un trabajo cara al público está muy claro que es muy raro que pongan a un feo, a un defectuoso como yo o a un obeso, en eso hay que ser claro-. Un feo entra en un local y es la ‘comidilla’ de todo el mundo, pero si es una pareja (como la del relato) automáticamente se convierten en el centro de atención, en un verdadero circo, en todo un espectáculo, y ¡absolutamente gratis!, porque los “guapos de turno”, bellezas de falso pastel, que no saben ver bien sus cientos de carencias se sienten molestos por su presencia. La vida nos llena de pasmo, menos para los feos y deformes, que ya estamos curados de tanto pasmo y espanto.

“Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble”.

 

 

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