La pesquisa

 



La pesquisa – (Paul Groussac)

 

 

Corto de café: El crimen de la Recoleta -  “La huella del crimen” (2).


 

El candado de oro

 


El primer cuento policial de la literatura argentina:

 

Esta entrada puede contener spoilers.


 

  “Entre mis amados oyentes no habrá quien no recuerde el suceso trágico de la Recoleta, que durante un mes tuvo aterrado el barrio del norte de Buenos Aires. En una casa-quinta aislada vivía una señora anciana con una joven de veinte años, entre hija adoptiva y dama de compañía…”

 

Introductio: 

  Después de leer “El clavo”, seguimos reseñando sobre crímenes, detectives, asesinatos, enigmas y deducciones comisariales de autores en habla hispana, los primeros relatos denominados como policiales en castellano, en los cuales nos hemos enfrascado esta temporada, y hoy hablaremos de Paul Groussac, un autor franco-argentino con su relato ‘La pesquisa’, que nosotros la silenciosa bitácora que nadie lee decidimos subtitularla de dos formas, porque le vienen como anillo al dedo, ‘El crimen de la Recoleta’ (pues es ahí donde sucede todo), y ‘El candado de oro’, el motivo por el cual se comete el vil asesinato. Lo siento por el spoiler, pero no me he podido contener.

Argumentum:  Nuestro corpus delicti.

  Un horrible crimen es cometido en un barrio poco poblado de la ciudad de Buenas Aires (la Recoleta), en el cual es asesinada una solitaria y desconfiada anciana que vive acompañada de su hija adoptiva, que en estado de shock relata lo ocurrido a la policía allí presente. En un principio el caso es confuso, pues hay muchas cuestiones sin resolver, porque desde el principio se ve que no se ha cometido (a simple vista) ningún tipo de robo, a pesar de que todo está revuelto, tan solo falta un candado de oro, que en forma de cadena, colgaba sobre el cuello de la fallecida.

El asesino había saqueado el cuarto. El ropero, la cómoda, el baúl habían sido fracturados: vestidos, ropa blanca y cien objetos menudos yacían en desorden por la alfombra. Sin embargo, en un pequeño cajón de doble fondo de la cómoda, se encontró un testamento ológrafo que instituía a Elena heredera universal. Una sola cláusula descubría el espíritu algo extraviado de la víctima: «Y recomiendo a mi amada Elena que no se separe nunca del medallón en forma de candado de oro que llevo en el cuello: allí está mi verdadera fortuna, si ella la sabe encontrar».

 

Paul Groussac, el autor de este policial relato tan novedoso en su tiempo


Una solución de fácil resolución:

   El caso se fue quedando en nada, fue perdiendo fuerza poco a poco al ver que no tenía solución, pasando luego al olvido de la gente y, como es natural de los archivos y memorias policiales, que se dedicaron de buena gana a otros menesteres más provechosos e interesantes. Pero un día salió un anuncio en el periódico que lo cambio todo, porque el ‘sabueso’ en cuestión, el comisario que hizo las primeras diligencias empezó a atar cabos.

   “Se ha perdido un candadito de oro labrado, para medallón; representa escaso valor y sólo lo tiene para su dueño por ser un recuerdo de familia. Se pagará mil pesos fuertes a la persona que pueda devolverlo. Dirigirse a Concepción Lisagaray. Poste restante”.

 Desde este momento los acontecimientos van sucediendo en cascada, aclarándose los puntos oscuros que había en el caso, saliendo a la luz una cuarta persona que estuvo el día de autos en el lugar de los hechos, la anciana tía, la hija adoptiva, el ladrón y… el amante secreto de la chica (esos amores tratados en la oscuridad, en secreto y misterio), que tras un largo silencio y ser el poseedor del medallón, nuestro candado de oro, tiene mucho que decir al respecto.

  “Era la vieja historia, el fresco idilio que remata en drama lastimero, como en el gran poema humano de nuestro siglo. Un día él la vio salir de una iglesia y la siguió. Se cruzaron las miradas, luego se rozaron las manos trémulas después de los primeros saludos, de las primeras palabras triviales y fingidamente alegres, balbuceadas con todo el corazón estremecido y los labios secos... En fin, como siempre sucede, se amaron antes de conocerse, y cuando se conocieron parecioles que habían nacido para amarse eternamente”.

(Comenzaba también la poética dentro del llamado mundo ‘noir’).

  Cuando Cipriano (el amante) aclara los hechos ocurridos aquel no muy lejano día todos se dan cuenta que no es el ladrón ni el asesino, que tan solo quería salvar a las dos habitantes de la casa, y su presencia allí era motivada -debida- por una cita a escondidas con la amada del alma, donde el destino y los malos hados hicieron que coincidiera con aquella fatídica fecha, de mal recuerdo para todos. Además él tenía (había encontrado) la solución al enigma del candado, y venía a comentarlo con Elena C., la desvalida hija de la muerta, donde a partir de ahora (a ambos) podía esperarles un futuro más claro, lleno de esperanza e ilusión.

 En efecto, Cipriano colocó las letras en el orden indicado, y con el primer movimiento de tracción, la puerta se abrió. Una enorme cartera de cuero de Rusia ocupaba el único estante de la caja. Contenía cuarenta mil pesos fuertes en billetes de banco”.

Un mes después Cipriano y Elena se casaron y fui yo mismo...

Ultílogo:

  Comparando este relato con los tiempos que vivimos (ya se que esto no debe hacerse), saco una clara conclusión. Hablando familiarmente diremos que en varios momentos es algo ‘folletinesco’, con una parte poética (a veces con ripio), donde positivamente pueden apreciarse dos estilos bien diferentes dentro de este novedoso género, el policial francés y el enigmático inglés, donde la novela se desarrolla totalmente en un espacio urbano, personalmente me ha gustado bastante, y ese detective, Enrique M. podía dar mucho que hablar…, es un personaje más que interesante.



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