Verano en Ícaro

 



Verano en Ícaro – (Arthur C. Clarke)

 

 

Corto de café: Un arriesgado salvamento en Ícaro.


 

Mirando por última vez a la Tierra

 


Relatos de diez mundos (2):

 

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“¿Por qué -se preguntó amargamente- los hombres tenían que viajar a través del abismo de estrellas, con tanto gasto y riesgo, para aterrizar en un basural (1) giratorio?"


 En un futuro muy futuro podremos con gran facilidad contemplar viajes inimaginables, imposibles para nuestra imaginación, y que hoy día pueden ser considerados de verdadera locura, pero no exentos de peligros, porque cuanto mayor es la hazaña, más comprometida y vertiginosa es la aventura, como por ejemplo acercarse lo máximo posible al sol, en este caso a Ícaro, un lugar perdido en el espacio de tan solo tres kilómetros de diámetro, donde el día tan solo duraba cuatro horas, que lo separaba veintisiete millones de kilómetros del Sol, y protegida de la furia solar por un escudo de roca y hierro de tres kilómetros de diámetro. Visto lo visto, tenemos que decir que la osadía e imaginación humana no tiene límites, llegando a situaciones que pueden escapar a su control, por mucho que se esmere en evitarlo.

“(…) por los ciento cincuenta millones de kilómetros que ahora lo separaban de la familia”.

  Entre tanto avance técnico y, tanto viaje interespacial, el científico y astronauta Colin Sherrard, que trabaja en la Estación 145, extraoficialmente llamada Monte Everest, ya que se alzaba a treinta metros de altura, vive en propia piel lo peligroso que puede resultar el hecho de dar “un paso más” hacia un posible e ignoto camino, siempre expuesto a complicadas situaciones, que en el fondo son muy difíciles de realizar y finalizar, en senderos llenos de intrincadas sospechas, algo que pudiera contradecir de una manera o de otra los postulados del autor de este relato, “Las tres leyes de Clarke”.

  Un último aliento de vida, destinado a mirar por última vez la Tierra antes de morir, el más hermoso de todos los planetas existentes, y que orbitan, cada uno a su manera en el amplio universo, pero no todo parece estar perdido…

“Sherrard tenía una cosa bien clara… Nunca más disfrutaría del verano”.

 

(1)   Este libro de relatos fue publicado en el año 1961 y en algunos aspectos la traducción deja mucho que desear, pero he decido mantener la transcripción original, para que la historia no perdiera su esencia, lo mismo ha sucedido en “Recuerdo a Babilonia”, y sucederá con las siguientes reseñas que haga sobre esta antología, compuesta de variados registros por parte del maestro Clarke.


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