El rayo de luna
El rayo de luna – (Gustavo A. Bécquer)
Corto de café: En los alrededores de Soria hay un
lugar…
No
todo es lo que parece, no todo es como piensas
“Era un rayo de luna, un rayo de luna
que penetraba a intervalos entre la verde bóveda de los árboles cuando el
viento movía sus ramas”.
Introductio:
Nos
acercamos hasta tierras sorianas, para empaparnos con una de las leyendas de
Bécquer, que hacía algún tiempo que no salía por las líneas de esta silenciosa
bitácora, donde las fantasías, sueños e irrealidades siempre están a la vuelta
de la esquina, sin olvidarnos que el amor, el siempre ansiado amor está muy
presente en este corto relato, en el que Soria y sus alrededores vuelven a ser
los protagonistas.
Argumentum:
“En efecto, Manrique amaba la
soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiera deseado no tener
sombra, porque su sombra no le siguiese a todas partes”.
La mente nos engaña, la mente nos juega malas pasadas y nos hace ver cosas que no son, convirtiendo la irrealidad en realidad, donde Manrique, un joven soñador y solitario es el prototipo de hombre romántico, que le gusta lo sobrenatural, donde el autor nos confunde con el relato, comentándonos que no sabe si en realidad es ficción o en verdad fue realidad, en el que el protagonista no distingue lo intrascendente de lo trascendente, no pudiendo palpar la verdadera realidad, porque vive constantemente lleno de ensoñaciones, con una cabeza llena de pájaros, hablando de forma vulgar diremos que -descarajada-, que bajo mi punto de vista no quiere admitir las responsabilidades de su rango, y que al final, tanto va el cántaro a la fuente que acaba rompiéndose, pegándose el gran trompazo de su vida, al comprobar cual es la pura realidad.
-¡No!
¡No! -exclamó el joven incorporándose colérico en su sitial-; no quiero nada…
es decir, sí quiero… quiero que me dejéis solo… Cantigas… mujeres… glorias…
felicidad… mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y
vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?,
¿para qué?, para encontrar un rayo de luna.
Manrique
estaba loco: por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario,
se me figuraba que lo que había hecho era recuperar el juicio.
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