El ángel del puente
El ángel del puente – (John Cheever)
Corto
de café: Cuando las obsesiones dominan a uno.
Un coche, un ángel, un harpa y un puente
“Quizá
hayan visto ustedes a mi madre bailando un vals sobre la pista de hielo del
Rockefeller Center. Tiene ahora setenta y ocho años, pero es delgada y
vigorosa, y lleva un traje de terciopelo rojo con falda corta. También usa
medias de color carne, gafas, una cinta encarnada para sujetarse el pelo
blanco, y baila el vals con uno de los empleados de la pista de patinaje. No sé
por qué me desconcierta tanto que baile el vals patinando sobre hielo, pero lo
cierto es que así es”.
Voy a ser breve, un hombre tiene sus obsesiones como
el narrador de esta ambigua historia, al igual que la madre y el hermano. Unos
las soportan como pueden, otros intentan olvidarlas, mientras que algunos pocos
intentan vencerlas, aunque les cueste creer que las tienen, y aunque haya
lectores que admiren a Cheever (yo no soy uno de ellos) he de decir una
cosa, el relato me ha resultado
aburrido, ya que al principio parecía entretenido, prometía bastante, pero se
fue diluyendo como un terrón de azúcar en un vaso de leche caliente, incluso
hubo momentos en que mi mente divagó, en imitación a esos necios estudiantes
que se aburren ante las brillantes explicaciones del profesor de turno, así que
el llamado “Chéjov de los
suburbios” lo dejaremos para una mejor ocasión, y eso que en el año
1978 recibió un premio Pulitzer, pero como digo siempre, todos los premios son
discutidos y discutibles.
Espero que sigáis acertando con
vuestras lecturas.
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