Café con leche
Café con leche – (Max Aub)
Minicuentos (20): Un deseo
imposible de contener.
Matando por un café
No quiero que se me acuse de hacer
apología del crimen, o tal vez del asesinato, pero hay ciertas situaciones,
sobre todo aquellas en las que te interrumpen los mejores momentos de paz del
día, cuando uno puede cometer lo (im)posible, y sin embargo puede tener perdón,
en especial si te están tocando demasiado las narices por no decir otra cosa
peor, considerándolo como un acto totalmente admisible. El “crimen ejemplar”
de hoy fue cometido en el año 1957, y creo que todavía tiene vigor, (una
acción imperdonable que puede ser perdonable), donde la excusa del ejecutante
puede tener el mejor de los perdones, de eso no tengo ninguna duda.
Empezó a darle vuelta al café con
leche con la cucharita. El líquido llegaba al borde, llevado por la violenta
acción del utensilio de aluminio. (El vaso era ordinario, el lugar barato, la
cucharilla usada, pastosa de pasado.) Se oía el ruido del metal contra el
vidrio. Ris, ris, ris, ris. Y el café con leche dando vueltas y más vueltas,
con un hoyo en su centro. Maelström. Yo estaba sentado enfrente. El café estaba
lleno. El hombre seguía moviendo y removiendo, inmóvil, sonriente, mirándome.
Algo se me levantaba de adentro. Le miré de tal manera que se creyó en
obligación de explicarse:
—Todavía no se ha deshecho el azúcar.
Para probármelo dio unos golpecitos
en el fondo del vaso. Volvió en seguida con redoblada energía a menear
metódicamente el brebaje. Vueltas y más vueltas, sin descanso, y el ruido de la
cuchara en el borde del cristal. Ras, ras, ras. Seguido, seguido, sin parar,
eternamente. Vuelta y vuelta y vuelta y vuelta. Me miraba sonriendo. Entonces
saqué la pistola y disparé.
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