El otro tigre
El otro tigre – (Artur C. Clarke)
Corto
de café: Cuando el universo es infinito.
Vulnerando las leyes de la lógica
“Muy bien. Esto significa que debe haber un número infinito
de estrellas y planetas. Por consiguiente, según la ley de probabilidades, cada
suceso posible debe ocurrir no solo una vez, sino un número infinito de veces.
¿Correcto?”
Dicen que la sci-fi envejece mal, que los humanos envejecemos mal, los aparatos electrodomésticos también envejecen mal, con su obsoletabilidad, convirtiéndolos en arcaicos a las primeras de cambio, solo las piedras permanecen inmunes al paso del tiempo, la tecnología envejece fatal porque lo que hoy es un gran adelanto mañana se puede convertir en un juego de niños, y luego viene Clarke, avisándonos sobre la posibilidad de los universos infinitos, junto a los espacios transversales. Ya lo decía la zarzuela, “la ciencia avanza que es una barbaridad”, y en la verbena de la Paloma suceden muchas cosas, como en el relato que vamos a reseñar hoy, “El otro tigre”.
Clarke nos
hace ver la posibilidad que pueda haber una infinidad de mundos iguales a la
tierra, pero que también pueden existir otras tierras, pero muy diferentes a la
nuestra, donde la historia no se repita de la misma manera, donde no todo sea
el mismo ciclo, siempre repetitivo, porque los hechos… también pueden cambiar y
ser bien diferentes, como por ejemplo un lugar donde Colón no hubiera
descubierto América, o que Hitler pudiese haber ganado la guerra, dando todos
estos hechos unos resultados totalmente contrarios a los que conocemos en la
actualidad.
Pero también pueden surgir esas miles de variantes que estén en contra de la lógica, porque en cualquier momento pueden surgirnos cosas impredecibles, que no podemos imaginar ni sospechar, un ejemplo claro de esto es que nos de un infarto al corazón mientras tomamos un vermú en nuestro lugar favorito, mientras estamos en plena holganza dominical, además, lo imposible siempre puede hacerse realidad.
“Pues como he dicho al principio, si el cosmos es infinito,
deben darse todas las posibilidades.»
Tanto va el
cántaro a la fuente que acaba rompiéndose en el peor de los momentos, y uno se
tropiece con algo desagradable a las primeras de cambio, como pasó a los dos
protagonistas de este relato clarkeano, el punto en que lo improbable rayaba lo
imposible, dicho de otra forma más entendible, todo lo que empieza tiene un
final, sea de la manera que sea.
“Sin embargo, no era totalmente inconcebible que, durante la
noche, la ladera empapada por la lluvia se hubiese hundido, poniendo al
descubierto una tremenda grieta que conducía al mundo subterráneo. Respecto a
lo que había abierto trabajosamente aquella grieta hacia la desconocida luz del
día… bueno, en realidad no era más improbable que el calamar gigante, la boa
constrictor o los fantásticos lagartos de la jungla del Jurásico. Había
estirado las leyes de probabilidades geológicas, pero no hasta el punto de
ruptura”.
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