La comida favorita de Balzac

 



La comida favorita de Balzac – (Maeve Brennan)

 

 

Corto de café: Un paseo muy cerca de la Sexta Avenida.


 

Curioseando por la calle 48

 


“Hay una librería en la calle 48, no lejos de la Sexta Avenida, donde venden sobre todo libros de bolsillo y libros viejos, saldos de los editores. Yo estaba allí el otro día mirando. Era sábado y hacía fresco. La puerta estaba abierta a la calle. Era la hora del almuerzo y los clientes eran ocasionales. La tarde era lenta y la ciudad parecía amistosa y cansada… no se oían quejas. Ese humor de siesta es muy notable en Nueva York y, en pleno centro, muy raro”.

 

  Que os parece si damos un paseo por “la ciudad que nunca duerme”, dígase Nueva York, y no vamos a ver la famosa Estatua de la Libertad, sino para comprar libros, sobre todo si son de segunda mano, viejos y arrugados puede resultar agradable, un buen momento para pasar la tarde, hasta que hablando vulgarmente decimos que, viene alguien y lo jode todo, como resulta en este sencillo pero maravilloso relato a cargo de la irlandesa adoptada americana Maeve Brennan, donde observamos el resultado de la famosa frase, menos es más, mostrando una buena destreza literaria y, dejando en el aire cuál era la comida favorita de Balzac.

   Una librería en la Sexta Avenida, que tiene su magia, pero que es rota por un grupo de vociferantes idiotas, gritones de tres al cuarto que solo saben estropear los plácidos momentos que solo los amantes de los libros saben (sabemos) saborear, ya que estaban interesados en el desorbitante precio (casi regalado) de un libro sobre la rubia platino, la famosa Lorelei, más conocida como Mariyn Monroe, y una cliente-lectora (la narradora de la historia) huye despavorida ante lo que están contemplando sus ojos, maldiciendo la hora en que decidieron entrar  en el negocio semejantes cabestros, que con sus graznidos habían asustado al personal, decidiendo volver más tarde, para saber de una maldita vez cuál era la comida favorita de Balzac.

Ultima verba:

   La autora de este corto de café fue la hija del primer embajador irlandés en Estados Unidos, donde decidió quedarse. Sus relatos fueron muy conocidos, sobre todo sus crónicas urbanas, centradas casi todas ellas en la ciudad que siempre permanece despierta, Nueva York, y las de su lugar de nacimiento, Dublín, capital llena de historias y pubs, donde beber unas buenas cervezas a cualquier hora del día.


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