Memoria de mis putas tristes



Memoria de mis putas tristes – (Gabriel G. Márquez)

 

Largo de café: La historia de un putero venido a menos, que de triste tiene poco…


 

Delgadina

 


«El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible”.

 

Introductio:

    Terminamos este mes de junio tristes, y no porque nos haya pasado algo o fallecido algún familiar querido, sino porque hemos terminado de leer “Memoria de mis putas tristes”, uno de los últimos libros que publicó en vida el nobelizado Gabriel García Márquez. Ahí se nos narra los postrimeros coletazos de vida (perdida entre lupanares y casas de estupro) de un putero de toma y lomo, egoísta solitario, ‘gustador’ de placeres, que va tras el amor de una muchachita virgen de apenas quince años, buscando esa última aventura antes de la muerte, queriendo abrazar los placeres (in)alcanzables de la vida una vez más.

“Tenía mi ética propia. Nunca participé en parrandas de grupo ni en contubernios públicos, ni compartí secretos ni conté una aventura del cuerpo o del alma, pues desde joven me di cuenta de que ninguna es impune”.

    El escritor colombiano nos sumerge en el realismo mágico, donde una anciano periodista no puede repetir los excesos sexuales del pasado en la ciudad de Barranquilla, que insiste en vivir y revivir lo (im)posible, y veo la novelita algo incómoda y machista (a raudales), muy al estilo -literariamente hablando- de “María dos Prazeres” y “En agosto nos vemos”, pero… no se puede tener ni disfrutar todo en la vida, pero el burro sigue dándose de cabezazos contra las paredes, digan lo que digan, pues nos encontramos con las reflexiones de un putero acabado que quiere seguir exprimiendo la vida al máximo, provocando en el lector diferentes controversias frente a lo escrito, ya que para unos es el pedófilo, mientras que para otros es un relato escrito con una gran belleza, hay que joderse, pero Gabo es así, lo amas y lo odias al mismo tiempo.

“No tengo que decirlo, porque se me distingue a leguas: soy feo, tímido y anacrónico. Pero a fuerza de no querer serlo he venido a simular todo lo contrario”.

 



Post scriptum:

   Tengo que decir que a mí Delgadina no me ha llegado, que ha pasado por mi vida como una pequeña y ligera ráfaga de viento que apenas se ha notado, y el viejo periodista, que con el paso del tiempo se convierte en un gacetillero muy gazmoña es un pederasta de narices, menudo juego de palabras, el periodista-pederasta me ha caído como una patada en el culo, un niño consentido que se niega a crecer, un solterón recalcitrante que desea cumplir (cueste lo que cueste) su último deseo, una pretensión que le domina de cabo a rabo.

   Nos encontramos con una narración sin mojigaterías, eso tenemos que comentarlo y resaltarlo, donde en algunas líneas todavía podemos observar al gran Gabo de tiempos pasados, al Gabo de siempre, y en eso nunca nos deja de sorprender.

Ultílogo:

  Podemos aprender algo de la narración, de este relato lleno de puterío y abuso infantil, y es la melancolía de envejecer (eso nos llega y llegará a todos, sin excepción alguna), sabiendo también que está cercana tu muerte, ya que a nadie le gusta hacerse viejo, donde la prosa (en muchos momentos fabulosa) de Márquez se hace bien presente. Unas relaciones sórdidas junto a un pasado de tugurios y mancebías, con mujeres ofreciendo (vendiendo) su cuerpo a cualquier postor, donde el protagonista olvida una cosa, un asunto bastante importante y que pasa por alto debido a su cabezonería, ‘es jodido enamorarse a los 90’, pero en fin, el putero principal de este relato, solitario chingador ya en la ruina, un nochero en busca de trotacalles que llevarse al diente no me da pena, me produce más bien un tremendo asco y repulsión.

“Así que vete a buscar ahora mismo a esa pobre criatura aunque sea verdad lo que te dicen los celos, sea como sea, que lo bailado no te lo quita nadie. Pero eso sí, sin romanticismos de abuelo. Despiértala, tíratela hasta por las orejas con esa pinga de burro con que te premió el diablo por tu cobardía y tu mezquindad. En serio, terminó con el alma: no te vayas a morir sin probar la maravilla de tirar con amor”.

 

P.D. – Si quieres sentirte algo incómodo puedes leer esta novela. 




Comentarios

(Entradas más populares) Si te apetece seguir leyendo...