Nunca más salió
Nunca más salió – Stuart Evers
Corto
de café: Buscando a Ofelia
Fantasmas
ingleses (5):
Hay amores que matan, mientras que otros engañan
“De pequeña estaba siempre imaginándose castillos lejanos,
fantásticos, de piedra fría, construcciones imposibles. Torretas y cresterías,
torreones fortificados de mil metros de altura y fosos sin fondo con
estandartes de dinastías imaginarias ondeando al viento y el cielo siempre al
borde de la tormenta”.
Introductio:
Caminamos
hacia las blancas rocas de Dover (esto parece el comienzo de una canción), en
esta máquina del tiempo y de los viajes que son los libros. Venía un poco
defraudado con la lectura de ‘El búnker’, un relato aburrido de narices,
encontrándome después con una perfecta historia, una de las buenas, una de esas
que hablan sobre fantasmas (reales) de todo tipo, con comportamientos y
pasiones prácticamente humanas, entes que moran, traman y se divierten en el
castillo de la ya comentada histórica y famosa ciudad de Dover.
Uno puede
alquilar los castillos para lo que le de la gana, no solo para los ya conocidos
banquetes, bodas y comuniones. El de la historia que estamos tratando, el
citado castillo de Dover, en el condado de Kent, y conocido como ‘La llave
de Inglaterra’ es alquilado para una película que realizará una renombrada
productora americana dotadas de medios (económicos sobre todo), además, como
toda fortaleza que se precie está sobrada de fantasmas, historias y leyendas de
todo tipo (en eso ya sabéis que hay categorías, como la vida misma), sajones,
normandos, descabezados, mujeres suicidas que han saltado al vacío desde el
torreón más alto, junto a fallecidos aviadores de la 2ª Guerra Mundial,
pululan por sus arcanas estancias, formando un grupo muy dispar y terrorífico.
Argumentum:
La actriz principal, la encargada de
representar a Ofelia (sí, esa misma, la hija de Polonio y hermana de Laertes en
la obra de Hamlet) decide trasladarse al castillo una semana antes para
prepararse el papel y, ‘meterse’ más en la piel de personaje, pero entre
el alcohol, -ya que le va un poco mucho el morapio-, las ensoñaciones de
sus tiempos infantiles que nunca se han ido de su cabeza, junto al guion, que
la están influenciando bastante, hacen que vea, sueñe, piense y viva unas
realidades que a lo mejor no lo son tanto.
Las visiones
llegan a ser tan reales que nuestra protagonista vive un efímero romance con un
apuesto galán, un aviador americano de la 2ª Guerra Mundial fallecido en
las cercanías de la famosa fortaleza durante aquellos bélicos tiempos, donde
ella será engañada (también por amor), provocándole un trágico fin.
Ultílogo:
Comentaros
que de las historias (relatos) que llevo leídos hasta ahora, con
bastante calma por mi parte -es una relectura-, es de los mejores hasta
el momento, porque el libro me está entrando a base de empujones, un tira y afloja
cansino, -de la misma manera que una madre da de comer a cucharazo limpio a
un hijo con desgana,-, esos “tirones” que te hacen leer a la fuerza, por
narices, porque eso sería un sinsentido, bueno se convirtió en un maldito
sinsentido que todavía no he podido, ni logrado comprender cuando se hace este
tipo de lecturas.
“Agarrados
de las manos, sonrieron hacia la cama y volvieron a darle las gracias. Y
entonces se marcharon. La dejaron sola y dolorida. Sola, dolorida y con un
vestido rojo y largo”.
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