La bolsa de huesos

 




La bolsa de huesos – (E. L. Holmber)

 

 

Largo de café: El frenólogo – “La huella del crimen” (4).


 

La cuarta costilla izquierda

 


  “En casa de una familia de mi relación, vivía, hace algún tiempo, un estudiante de medicina, que ha dejado allí una bolsa de huesos, y no saben que hacer con ella después de haberse retirado él; ¿los quieres?”

 

Introductio:

  ‘La bolsa de huesos’ es una novela (de las primeras narraciones policiales en Argentina)  que forma parte de la compilación ‘La huella del crimen’ que nos llevará al Buenos Aires del S.XIX, donde un pedante narrador -al mismo tiempo investigador de la trama-, alter ego del autor de este relato y sobrado de facultades (lo quiere demostrar a cada párrafo de la historia), intenta descubrir tres asesinatos con tan solo estudiar los huesos, porque de ellos se puede saber mucho de la persona, más que estudiando sus antecedentes personales, porque las osamentas tienen algo en común, a todas les falta la cuarta costilla izquierda.

 El investigador para fundamentar sus averiguaciones “buscará” la ayuda y colaboración de un experto ‘frenólogo’ (1), para ir dando forma a su hipótesis, en imitación a las conocidas aventuras holmesianas, del conocido detective inglés, donde predomina la deducción por encima de todo, llegando a solucionar el intríngulis de tres complicados casos de asesinato, en un principio imposibles de resolver, haciéndolo en un final inesperado, aunque a medida que va desarrollándose la historia uno puede intuir quien es ese desconocido y malévolo asesino, que trae a todos de cabeza, y que aquí no vamos a desvelar.

 “Si usted me hubiera dejado presentarle mis observaciones con regularidad, ahora sabría tanto como yo; pero no quiso que le diera mi opinión de conjunto, y de un modo categórico”.

Ultílogo:

  Este relato fue publicado en 1896, y en él E.L. Holmberg de rienda suelta a sus teorías médicas mediante esta historia, llena de huesos, estudiantes de medicina desaparecidos misteriosamente y sin dejar rastro, un extraño y duradero perfume, junto a un ignoto veneno, que como es de suponer es conocido por nuestro prepotente (2) detective, que es un libro abierto para todo tipo de cosas, porque los saberes que él encarna ocupan cientos de estanterías, por tanto… ‘el saber sí ocupa lugar’.

Post scriptum:

  Era la segunda vez que lo leía y me ha causado la misma impresión, aburrida a rabiar, dando vueltas y más vueltas con el mismo tema, la frenología, de la cual parece ser (por lo que leemos) que es un firme defensor, una ciencia que no da lugar a equivocación alguna -según sus palabras-, y gracias a ella se resuelven esos crímenes que hubieran quedado en el anonimato.

   El autor tiene un problema por momentos, convierte una buena historia en un auténtico aburrimiento. Me gustaría terminar esta reseña con una pequeña nota, es para los apartados de cultura de la mayoría de los periódicos, “no pongáis ni reseñéis todos lo mismo”, es ese cansino cortar-pegar sacados de no sé dónde, que da verdadera lástima. ¿Tanto cuesta escribir cuatro palabras seguidas de forma decente (coherente)?

 “Por eso es un inconveniente grave dejarse subyugar por las armonías del viento cuando canta en la ventana”.

 

(1)   Frenología: Es una antigua teoría pseudocientífica que afirmaba que la forma del cráneo podía revelar información sobre las facultades mentales y el carácter de una persona. 

(2)   Respecto a la prepotencia de algunos detectives, Hércules Poirot era prepotente, arrogante, pedante, vanidoso, egocéntrico y… atildado hasta lo imposible, hasta alguna cosa más que ahora me callo, pero no por eso ha dejado de ser uno de los grandes investigadores de la historia. (Esto algún podría ser un post).


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