No hay prisa en abrir los ojos
No hay prisa en abrir los ojos – (Medardo Fraile)
Minicuentos
(34): A nadie le gusta madrugar.
No tengo ganas de levantarme
A todos nos gusta que se nos peguen las sábanas, en ocasiones puede resultar en un enorme placer…
La R.A.E dixit que pereza es
una negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados. También
pudiera ser una desgana, descuido, holgazanería y apatía entre otras. Esta
pequeña explicación “viene a cuento” por el minicuento de hoy,
que muy bien pudiera ser un alegato contra esos odiados madrugones que
diariamente estamos obligados hacer, debido a que tenemos que trabajar para
vivir, esa maldición divina que nos acompañará a lo largo de nuestra vida: ‘Ganarás
el pan con el sudor de tu frente’. ¿Quién fue el ca******* que inventó las
obligaciones?
Una
diatriba, divino sermón contra los malvados despertadores, pero ahora, debido a
los adelantos tecnológicos diremos que, más bien es una matraca de resoplidos
contra las puñeteras alarmas musicales del móvil (a cual más hortera y según
gustos), que nos exige levantarnos cada madrugada para acudir al trabajo. Esto
lo podemos comprobar mediante el pequeño relato de Medardo Fraile, conocido
cuentista español (¡viva el cuento!)
del pasado S.XX.
“Tras las cortinas se adivinaba ya la
luz aún manchada de sombras, pero serían –pensó– las ocho, la hora de
levantarse, como todos los días de su vida. ¿Por qué? Se removió en la cama y
sintió el cuerpo magullado por la batalla de cada noche, la colcha caída,
sábanas arrugadas, las cenizas de tanta gente soñada y muerta doliéndole en la
almohada endurecida, pero las siete de la mañana le habían parecido siempre
temprano, y las nueve demasiado tarde. Solo por eso. No había otra razón. ¿Qué
prisa tienes? No abras los ojos, no hay prisa. ¿Quién le hablaba? ¿Oía otra voz
o se hablaba a sí mismo? Sigue ahí, descansa. No abras los ojos. La noche ha
sido terrible y te ha vencido. Sigue durmiendo, abre los ojos hacia ti mismo,
mira dentro de ti, donde aún te late el corazón, donde están las cenizas de los
que habitan tus sueños en las sombras. Pero eran ya las ocho, ¡las ocho! Y
abrió los párpados, y no halló cosa en que poner los ojos, que no fuera
recuerdo del olvido”.
P.D. El cuento entretiene, el trabajo fatiga, la rutina cansa, las
obligaciones te extenúan, mientras tanto uno, ‘tiene que seguir tirando como
pueda por el carro de la vida’.
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