La Cruz del Diablo

 


La Cruz del Diablo

 

Corto de café: Una tenebrosa excursión de la mano de Bécquer

 

     Una vez terminado agosto cada uno regresa a sus obligaciones de siempre, a la rutina de todos los días, mientras que nosotros, desde esta silenciosa bitácora que nadie lee, llevando la contraria al resto de la gente, volvemos con Bécquer, haciendo que la vuelta a casa sea más amena, porque ya estamos cansados de barrer tanta arena de playa, escuchar el “gimotear” de las cabreadas gaviotas, junto a las modas horteras del momento veraniego y finalmente, de las ‘fiestes de prao’ con las cumbias y el reguetón a tope.

     Como divulgador (eso creo) de lecturas, ajeno a esos soporíferos ladrillos con que muchas editoriales nos adormecen en tiempos veraniegos, de las cuales huyo, nos acercamos a este relato corto de terror, (nuestro corto de café) compuesto de 6377 palabras, y con un tiempo de lectura de aproximadamente 21 minutos, en cuanto a las páginas ya no me acuerdo de su número, publicado originalmente en 1860. Está escrito por uno de los representantes más importantes de nuestro romanticismo, un autor que no tiene que envidiar para nada a Poe o al increíble Lovecraft, aunque las comparaciones sean odiosas y criticables, como los premios literarios.


Gustavo A. Bécquer, mucho tiempo atrás...

     Estaremos en compañía de una becqueriana leyenda, donde en las tierras leridanas de Bellver, una antigua cruz de hierro llamará la atención del narrador de la historia, que una vez sabido los orígenes de la misma pasará a contárnosla. Trata de la leyenda de un cruel barón local, ‘más malo que la tiña’, cuyas maldades (atrocidades) eran de sobra conocidas, recibe en una noche de borrachera y juerga un escarmiento en el interior de su tenebroso castillo.

      Cuando todo el mundo le creía muerto, la armadura que colgaba en los derruidos muros del castillo, cobra vida, creando el pánico (con vuelta al terror y fechorías por delante del ínclito y malvado barón) entre los habitantes del condado, unas tierras que volvían al miedo y al oscurantismo de tiempos pasados.

      Una oración a San Bartolomé y tras muchas vicisitudes consiguen hacerse con la armadura, una indumentaria vacía, que cobraba vida por mediación del diablo, pero, una vez sometida por almas cristianas y con mucho esfuerzo, es convertida en una cruz de hierro que corona los montes y valles del lugar, convirtiéndose en una cruz que nadie ora, ni pide milagros, una cruz que todos rehúyen, porque fue forjada con el espíritu del diablo en el interior.




Ultílogo:

     Quien iba a decir que tras la imagen ñoña, junto a ese carácter tímido e introvertido, surgiría una de las plumas más importantes del terror español de su tiempo y, porqué no decirlo, de los actuales. La entrada de hoy, es una de las leyendas que más nos gustan de Bécquer, aunque hay otros muchos seguidores del autor que prefieren más ‘El bosque de las ánimas’, es muy probable que esto sea cierto, pues ambas tienen un gran nivel, además comprobando el número de visitas que tiene esa leyenda en nuestro blog, arrasa con diferencia, tiene una distancia bárbara respecto a otras.

     Las leyendas becquerianas están escritas entre 1860-1865, siempre con un marcado rasgo sobrenatural, nunca pasarán de moda, siendo atemporales en el tiempo, que serán leídas de generación en generación, que envidia más sana, ahí quedarán para siempre títulos como “Maese Pérez, el organista”, “El miserere”, “La ajorca de oro”, “El Cristo de la Calavera”, dispuestos en primera fila para leerse.

    En caso que te animes a hacerlo (leerlas), hazlo en una oscura noche de tormenta invernal, en la soledad y silencio de la noche, tapado con una buena manta y sentado en tu sillón favorito, bien calentito al fuego de la chimenea, luego, una vez saciada la sed de lectura, podrás irte a dormir.

 

                                                           Felices leyendas nocturnas amigos…




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