Celephaïs




Corto de café: Introduciéndonos en los perdidos sueños de H.P. Lovecraft.

 

La locura de Kuranes

 

    A todos (por lo menos eso creo yo) nos han apasionado el mundo de los sueños, algunos los confunden con la realidad, mientras que otros les gustaría perderse dentro de su imaginario mundo onírico para no volver jamás.

    Mezclar las fantasías del pasado, sobre todo las infantiles con el presente puede resultar muy peligroso, en especial cuando uno se acerca hasta las tierras del valle de Ooth-Nargai, que es lo que le sucede al protagonista del relato, un hombre que se hace llamar Kuranes, embarcándose en un viaje del cual no quiere regresar, pero empecemos nuestro sueño desde el principio, una ensoñación que nos alejará muy mucho de otra ciudad llamada Ulthar, y que ya conocemos de otras veces, también puede estar presente, pero en la distancia un poderoso y oscuro ser, cuyo nombres es Nyarlathotep.

      Nos encontramos con un hombre que es el último de su estirpe, sin tierras, ni fortuna, ni tan siquiera un presente, que vive encerrado y perdido en un mundo de ensoñaciones, que no sabemos si son reales u oníricas, que vive en una oscura y mohosa buhardilla en las tinieblas de la bulliciosa Londres.

“Cuanto más se alejaba del mundo que le rodeaba, más maravillosos se volvían sus sueños…”

    Kuranes tan solo quería regresar al Valle de Ooth-Nargai y a la espléndida ciudad de Celephaïs, porque en ese imaginario lugar que solo estaba en su cabeza, no hay tiempo, solo juventud perpetua. Cuando ya tocaba con los dedos ese imaginario territorio para disfrutar plenamente de su paisaje, despierta del sueño, dejándole con la miel en los labios.


La onírica e ignota ciudad de Celephaïs, lugar imaginario de las mentes de Kuranes Vs. Lovecraft. La locura o la 'realidad' al alcance de la mano...

    Tiene muchos sueños agradables, pero ninguno es tan bello, anhelado y real como aquel que le acercó hasta su querido valle, lugar de juventud, donde “flotó con facilidad en el azul del cielo, entre nubes lanosas de seda”. Así que, siempre sucedía lo mismo, vez tras vez, porque Kuranes despertaba en esa buhardilla de Londres en la cual vivía. Decide recurrir a las drogas, una mala idea que no le llevaría a ninguna parte, tan solo… a confundir la realidad con la irrealidad, el sueño con la locura.

     Durante meses buscó la ciudad de Celephaïs, pero nunca aparecía. Hasta que una noche, cuando ya había gastado el poco dinero que tenía, una corte de caballeros, proveniente del lejano valle de Ooth-Nagari, su onírico lugar de sueño y locura, vinieron a buscarle, venían a llevarlo para siempre.

“Era muy extraño, pero a medida que avanzaban los jinetes parecía que galopaban hacia atrás en el tiempo”.

“Y Kuranes reinó a partir de entonces sobre Ooth-Nagari y todas las regiones vecinas del sueño, y celebró su corte alternativamente en Celephaïs y en la Serania de las nubes”, por siempre jamás…

    Sin embargo, en los acantilados de Innsmouth un cadáver había tropezado con algo… yaciendo sobre las rocas, decían que era un vagabundo, arrojado sobre los duros filos de los suelos empedrados, peñascos que le recibieron con los brazos abiertos, junto a las Torres Trevor, cubiertos de hiedra.



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