Los fuegos fatuos
Góticas
tenebrosas (3): George Sand – parte 2
Dicen
los campesinos que estos meteoros azulados, son almas en pena que les piden
oraciones, o las almas perversas que las arrastran en una carrera desesperada,
y las llevan, después de mil rodeos insidiosos, a lo más profundo del pantano o
del río.
Un
pastor, un juramento y Flambette, la madre de los fuegos fatuos de la
pradera, junto a un matrimonio con “una bella muerta” conforman este
pequeño pero intrigante y misterioso relato. El joven pastor, llamado Ludre,
como el santo, tiene que enfrentarse a la peor de la brujas, una diablesa de
cuidado, y de fondo, siempre de fondo la siempre presente llama azul.
Una
maldición había comenzado en la tranquila vida de Ludre, o tal vez un extraño e
irrepetible sueño, donde la quimera se iba haciendo realidad, donde las ovejas
del pastor iban faltando una a una, donde se repetía el mismo final. La ‘cabra
de cabellos plateados’ disfrutaba haciendo de las suyas, las flambettes
disfrutan haciendo pasar malos ratos a los humanos, (pero eso ya lo sabemos)
aunque algunas, más que otras.
Sueño,
leyenda, mentira o realidad, puede ser lo que uno quiera pensar y creer, lo que
uno quiera imaginar, allá él, pero… las flambettes son tan reales como
lo somos tú y yo.
Post scriptum:
La autora de este relato (corto de café), es la
escritora francesa Amantine Aurore Lucile Dupin, que firmaba sus obras bajo el
seudónimo de George Sand, baronesa de Dudevant y, cotilleos aparte, fue el gran
amor de Chopin. Una mujer que se hizo un hueco en la Francia cultural del S.
XIX, siendo una de las máximas representantes del denominado Romanticismo.
Victor Hugo comentó de ella lo siguiente:
George Sand no
puede determinar si es hombre o mujer. Tengo un gran respeto por todos mis
colegas, pero no es mi lugar decidir si ella es mi hermana o mi hermano.
“Los
fuegos fatuos” fue publicado en 1877, bajo el título original
de
“Las flambettes”. (Léyendes rustiques ed.)
Cuidado
con encontrarse con “la cabra de cabellos plateados”.
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