El número de Dios
Bajo está
numérica cifra se esconde la verdadera fórmula con la cual, los grandes
maestros de la construcción levantaron hacia el cielo las hermosas catedrales
de la humanidad, iconos de una parte importante de nuestra historia, porque
estos inigualables templos tienen muchos secretos que contarnos y, quizás algún
día, saldrán totalmente a la luz, cuando una parte de nuestra torpe
inteligencia, logre comprender todos los secretos que en ellos se hayan.
El gótico y su mundo apasiona
y apasionará a muchas personas, pase el tiempo que pase. En sus vidrieras, como
las de la catedral de León, encontraremos luz, esa Luz que es la victoria de
esta ante las tinieblas, el triunfo de la vida ante la muerte. Mucha gente no
sabía leer, pero sí sabía interpretar el mensaje esculpido en las paredes, y en
los hermosos ventanales de sus muros.
En ‘El número de Dios’
nos encontraremos con una historia, la historia del constructor de las hermosas
catedrales de Burgos y León, junto a Teresa Rendol, pintora cátara, cuyas vidas
quedarán unidas por el corazón y las dos famosas catedrales, que hoy día
podemos contemplar con todo su esplendor.
Un secreto número constructor
que nunca saldrá a la luz, como el amor que ambos viven y profesan. Nos vemos
enfrascados en las formas de vida de aquella época, los tejemanejes de la
Inquisición, la luchas entre los nobles, la pugna de los miembros del cabildo
por la obtención de poder, dinero y honores…y, sobre todo, la importancia de
las mujeres en la construcción de estas obras de arte del medievo, que siempre
han sido ‘las grandes tapadas a lo largo de los tiempos, sin darles el
mérito que en realidad se merecían y que tenían.
El apasionante S.XIII español
discurrirá delante de nuestros ojos página a página, con los reinados entre
otros de Fernando III, ‘el Santo’ y Alfonso X de Castilla, ‘el Sabio’, con sus
afanes de conquistar tierras a los moros, y levantar grandes construcciones
góticas para la gran gloria de Dios, donde en estos reinaría la Luz, muro que
serían sustituidos por grandes vidrieras multicolor.
Se mezclan de muy buena
manera los personajes históricos con los ficticios, vemos también el fanatismo
religioso de la época, las leyes y los fueros, las buenas bonanzas económicas y
sociales, que ayudaron en gran manera a la construcción de estos grandes
titanes de la época, que hoy admiramos en todo su esplendor.
Me ha parecido una novela
apasionante y, para todos los datos que contiene, el autor no peca de
enciclopédico ni pedante, como algunos autores contemporáneos suyos con los que
se le compara, donde la presunción les crece a raudales, incluso cuando están
por casa en bata y zapatillas.
Ultílogo:
He subrayado muchas partes
del libro, e incluso anoté mis propias referencias marginales, disfrutando de
cada página, de la lectura, hasta me dio pena terminarlo, quería más pues me
había dejado muy buen sabor de boca. No estoy para nada de acuerdo con algunas
de las críticas recibidas, porque el autor de ‘Matar al rey’ es un
perito en el oficio de escribir y narrar la historia, así que, los
protagonistas no son para nada sosos, ni se pasan “todo el día
trabajando”, a pesar de lo cansados que están tienen el tiempo y las fuerzas
necesarias para ‘darle al fornicio con ganas y buen arte’, con
satisfacción para ambas partes. Manda güevos con algunos, que punto de
mira más corto tienen…
La hipocresía de la época no
ha cambiado para nada, es prácticamente la misma de hoy en día, la doble moral
y las apariencias está más viva que nunca -junto al postureo de las redes
sociales- porque ahora no hay Corte, con lo que cada uno se santigua
de la forma que más le conviene en ese momento, pero eso sí, antes hay que
criticar a tu prójimo. Hay que joderse.
Desde esta silenciosa
bitácora que nadie lee comentar un punto final. Parte de mi familia hace
vidrieras a la antigua usanza, incluso mi tía participó en la restauración de
las vidrieras de una conocidísima y pulcra catedral, llena de Luz. Mi padre
tiene realizadas vidrieras para alguna capilla, en la cual me casé, que más
puedo decir… La Luz representa la gloria de Dios, pero también esa luz, es la
gloria del arte llevada a la enésima potencia.
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