La flor púrpura
Diario
de un maltratador:
Creo y
pienso que no hay mejor forma de empezar esta reseña perteneciente a la lectura
del Club Gijón-Sur, pero también, antes de entrar en materia
conviene aclarar una cosa, un asunto, para que no de lugar a malinterpretaciones.
Es el diario de un maltratador, de un acosador de primera categoría, en toda
regla donde las letras de ese día a día, que caen como una pesada losa
sobre la familia, no están escritas por él, sino por los que le rodean, en este
caso la mujer y sus hijos, narrando un mundo, una familia que no es tan perfecta
como parece, como el padre da entender a la vista de todos.
No es oro
todo lo que reluce. Cualquier metal o piedra preciosa puede resultar bella al primer
golpe de vista, pero cuando nos acercamos y la observamos mejor empezamos a
comprobar sus imperfecciones, sus defectos que, en ocasiones, suelen ser
muchos. En la familia del personaje principal, que también es la protagonista y
narradora de la historia sucede algo similar a esto que estamos hablando.
Jaja, (el hermano mayor), Kambili (la hermana y narradora de
la historia) junto con la madre, viven en una hermosa casa, ‘casaplón’ sería
la palabra más adecuada en una Nigeria en descomposición, donde la corrupción y
la pobreza están a la orden del día. Viven bastante bien, la economía familiar
es muy boyante, el cabeza de familia, al que todos llaman Padre, (todo tiene un porqué) es un hombre bastante rico, con fábricas y un
periódico el Standar que, con sus artículos, atacaba al inoperante
y corrupto gobierno. Padre es un hombre hecho a imagen y semejanza del
hombre blanco, del inglés, a quienes admira e imita siempre que puede y tiene
ocasión, intentando borrar la cultura materna, el igbo, hablando e imitando
siempre la cultura del blanco. Padre,
que hasta la página 78 no sabemos
que se llama Eugene y que la narradora Kambili (Kámbili en la pronunciación
original) tiene 15 años, es un hombre educado por los misioneros en un estricto
catolicismo que impone con un absoluto totalitarismo en su casa y, bajo mi punto
de vista, siempre bajo mi punto de vista, llega a un trastorno compulsivo
feroz, llegando al maltrato, creo que eso se puede leer perfectamente entre
líneas.
Padre, Eugene o como queráis llamarlo es un hombre
generoso, con múltiples donaciones a la parroquia, a organizaciones benéficas e
incluso a los habitantes del pueblo y, en grandes cantidades, pero claro está,
como dije al principio, no es oro todo lo que reluce, y este hombre
que le gusta sentarse junto a la familia en el primer banco de la iglesia, es
un fariseo de tomo y lomo, un hipócrita que no necesita ningún certificado de
compulsa, dominado por la intolerancia religiosa, la falsa teocracia y parafraseando
un texto bíblico de los que tanto le gusta leer diré que, ‘muestra una forma de devoción piadosa, pero resulta falso a su poder’, vamos,
que todo es fachada para que vean todo lo bueno que es, pero en casa… en casa
es un verdadero tirano, sobre todo con los seres más queridos.
Jaja
y Kambili descubren un mundo nuevo que desconocían totalmente, la libertad, el
amor, la música, los juegos, la diversión, la amistad, expresar tus
sentimientos sin miedo a ser censurado, la falta de castigos… Ellos que vivían
en una gran casa, con todas las comodidades del mundo, con buenos alimentos,
criados, chófer, buen coche, excelentes colegios, se sienten más a gusto en una
humilde casa, con sus necesidades, estrecheces, algunas inesperadas (para eso
tenéis que leer el libro, que ya estoy contando más de la cuenta, pero esto es
debido a que la lectura pertenece al Club) estos
dos hermanos estén más felices con la familia de Tía Ifeoma que en su propia
casa.
Aún hay más, otra vuelta de tuerca a ese interminable tornillo que a veces es la vida, y esa es la llegada del padre Amidi, que hace latir el corazón de la pobre e inexperta Kambili a cien por hora, olvidando todos los sinsabores vividos poco tiempo atrás. ¿Pueden los curas dejar de ser curas y casarse? Tienen sexo en secreto a pesar de su celibato. Siempre con la religión de fondo, siempre con la religión presente…
Sí,
hay otros modos de vida muy diferente a la suya, llena de oscuridad y vuelvo a
repetir de intolerancia, con esa violencia de puertas adentro, desconocida para
el resto de la comunidad, ejercida por un Padre, que es
visto con buenos ojos ante el mundo, pero que en realidad es un hombre con unas
“expectativas” demasiado altas, demasiado
violentas para el resto de la humanidad.
“Dejo el final para el final”, porque es muy bueno. Deja algunas
cosas en el aire, pero así está muy bien. El escritor no debe de contar o concluir
siempre sus historias, es bueno que el lector piense un poco y ponga un ‘poco’ de su parte. Cada uno puede finalizar las cosas
como quiera, como le venga en gana y le parezca, sino estás de acuerdo, entonces,
escribe tu mismo el libro, entonces verás que no es tan fácil…
No
es oro todo lo que reluce, mucha de la bondad que la gente muestra es falsa,
porque la verdad llega mucho más lejos que nuestra mirada. Creo que es una
novela autobiográfica, cambiando las familias de lugar de residencia y de
situación social, describiéndonos a unos parientes demasiado cercanos a ellas y
que no los quiere descubrir, para respetar su intimidad. Una tía Ifeoma que
bien podía ser su madre, una Amaka que podía ser la autora misma, pues ella es
esa joven a la que nunca cercenaron los deseos y pasiones de juventud, que no
tuvo prohibiciones como muchas de sus amigas, como algunos familiares, que quedan
reflejados en esta historia.
La
pasión de la adolescencia nunca puede ser reprimida, ya que nos dejaría
marcados para siempre. Dejemos a un lado la intolerancia, que los balcones y
ventanas de nuestras casas, sin importar como sean (ricas, pobres o junto al
lugar de ubicación) estén siempre mirando hacia adelante que es donde está el
sol, el futuro y el amor sobre las cosas, nunca hacia atrás, lugar permanente de
la soledad, el inmovilismo, la oscuridad junto a esas sombras que siempre nos
atenazan. La intolerancia es una de las peores enfermedades que el ser humano
pueda tener.
Y
ahora que finalizo esta reseña, en la calle oigo el traqueteo de un motor, un
ruidoso sonido que pertenece a un descacharrado, fuerte y potente Peugeot 504 que a todo el mundo llama la atención.
Sobre la autora:
Tras
el difícil nombre de Chimamanda Ngozi Adichie -espero haberlo escrito
bien-, se esconde una escritora nigeriana que, con esta, su primera novela ‘La flor púrpura’ tuvo muy buena acogida por parte de la crítica,
recibiendo uno de sus primeros premios. Su fama ha llegado hasta tal punto que
la BBC comenta de ella que es una de las 100 mujeres más influyentes del mundo.
Su
marido dice de ella que nació con el don para ‘contar’, y la
misma autora comenta que ‘no puedo escribir sobre mujeres
perfectas, porque el mundo no es así’. No se ve como un icono, todo lo
que da sentido a su vida es escribir, porque nació con el don de contar historias,
porque hasta sus letras han inspirado canciones de Beyonce. Una de sus frases
es la siguiente: “Si solo escuchamos una historia sobre una persona o un país,
corremos el riesgo de caer en una incomprensión grave”. En resumidas cuentas,
una ‘contadora de historias’ a la antigua usanza. ¿Te
los vas a perder?
Club de Lectura
Gijón-Sur
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