Mr. Skelmersdale en el País de las Hadas




 
Un corto de café desde la biblioteca de la máquina del tiempo:

-Hay un hombre en esa tienda- dijo el doctor, -que ha estado en el País de las Hadas.

                   Desde esta silenciosa bitácora que nadie lee, prestamos nuevamente atención a uno de los maestros del género, en uno que mueve a una gran masa de gente a la lectura. Es esa legión de seguidores que gustan de lo fantástico o inverosímil. Estamos hablando de la ciencia ficción y, en ella, el autor de la máquina del tiempo, H.G. Wells.

                   Este hombre no solo hizo historias increíbles, también pasó al papel muchos cuentos y leyendas, lugares donde habitan seres de otros mundos, espacios imaginarios que también pueden ser realidad, aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, -marea arriba, marea abajo- siguiendo siempre en sus trece, tachando de locos a quienes lo afirman, como es el caso del señor Skelmersdale cuando comenta que visitó ese imaginario o real país (según se mire), el lugar donde habitan las hadas.

                   Esos mundos llenos de elfos, leprechauns y otros seres más, son un poco inalcanzables, pueriles o imaginativos para la limitada mente humana, sobre todo si eres un hombre de ciudad, un urbanita con estudios, donde el razonamiento es lo primero, donde todo tiene un lugar, donde no se permite que el mundo siga un rumbo que ante su punto de vista es anticuado, prosaico y corto de miras.

                   El beso de una hada puede ser muy importante, sobre todo si el receptor del mismo es un humano y, el lugar es tan idílico que nunca quisieras marchar. Un instante que tenía que perdurar para siempre. Su regreso me genera dudas, me estoy refiriendo al susodicho señor Skelmersdale. ¿Cómo volvió de tan maravilloso lugar? ¿Por qué no ha regresado de nuevo en busca de la hada besucona? En fin, tengo que decir, aunque me salga un spoiler, que la lectura no lo menciona y, no da ninguna información al respecto.

                   Provengo de un mundo celta. Las leyendas astures están a la orden del día, con nuestras xanas, cuélebres, trasgus, diañus, espumerus, ventolines, y demás, conforman un maravilloso mundo lleno de extraordinarias historias, pero este cuento a diferencia de los nuestros, es simplón y aburrido de narices, por no decir otra cosa peor (cojones), bueno ya lo dije, pero es que he sucumbido a la tentación. Wells normalmente suele entretener con sus relatos, y este, lamento decir que sobra, aburre hasta las piedras… los maestros también fallan.

Herbert George Wells

Dicen que al amanecer
cuando duerme la quintana
el galán que la enamora
viene a hablar con una xana...


Sobre este peculiar autor:

                   Hay tanto escrito sobre H.G. Wells que todo aquello que escriba podría quedar corto, solo voy a decir alguna cosilla que otras. Estuvo muy influenciado por grandes autores, como el prolífico Julio Verne, Mark Twain o Jonathan Swift, sí ese que escribió sobre los viajes de Gulliver. Otro detalle más, nació 100 años antes que yo. Fue un estudiante mediocre, tranquilos chicos, esto no fue un impedimento para triunfar en la vida, alguno de nosotros se habrá topado más de una vez con  profesores a los que podíamos llamar ‘desmotivados en zapatillas’, pero eso es debido a que no les gusta trabajar ni un ápice, así que vuelvo a recalcar lo mismos y que se joda el lector y los oyentes, (si por un milagro milagroso se está leyendo esta entrada en voz alta, algo que veo imposible) ya que no hay que ser un fenómeno con las notas, con las malditas calificaciones para escribir bien, de tal forma que des envidia al magister de literatura, lengua hispánica y lo que a ti te venga en gana, porque el resto de notables estudiantes, cuando se han puesto a escribir  han sacado al mercado unos truños de la leche, unos ladrillos de cuidado. El ser un ávido lector de libros de todo tipo y género tiene sus consecuencias, siempre positivas, mientras que el resto, al hacerlo por obligación lo lleva de puto culo, así son las cosas y así las estoy contando.

                   Fue un gran enamorado de las bibliotecas, en especial de la de Uppark, uno de los lugares donde residió a lo larga de su vida, leyendo tanto a los grandes clásicos de todos los tiempos como a Daniel Defoe. Otro detalle más, y este es el que más me gusta. “El creía que la educación era el arma principal para la transformación del mundo”.


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