El Sur
Introdutio:
Volvemos al ataque con una de
estas entradas que me apasionan, pues no
me cuesta nada decir que el mundo borgeano me atrapa, sí, ese que pertenece a
la cuadratura perfecta argentina, formada por el papa Francisco, Maradona, el
más humano de los mortales dioses, porque nunca escondía sus pecados, con esa
famosa frase de, “papá, me fui de mambo”, luego vendría “El Mudo de
Gardel” y, finalmente el protagonista de la historia de hoy, Borges, ese
inigualable ser que amaba tanto a los libros como a las bibliotecas, amado y
odiado por igual. Ya sé que tenía sus cosas, junto con algún que otro autor metido
entre ceja y ceja, pero a mí eso me da igual, como dije antes los dioses,
cuando bajan a la tierra y se hacen humanos, cometen más pecados que nunca.
Al grano:
Una vez metidos en la cocina,
pongámonos con el guiso, que es lo más importante. Con ‘El Sur’ podíamos
comentar muchas cosas y, jamás terminaríamos de decirlas, pero decir en primer
lugar que en Borges siempre surge la transtextualidad, es decir, sus textos
siempre te llevarán a otros textos, a otro sin fin de lecturas, con las cuales
podrás enlazar sin ningún problema, y que
‘El Sur’ es el último relato escrito de su puño y letra antes de perder
por completo la vista, pasando a escribir de ‘otras formas’, siendo
también el último cuento en lo que el llamó un ‘raid creativo’, que
abarcan los años que van desde 1938 a 1953. Dentro de este período, podemos
decir que están presentes sus dos grandes libros de cuentos: Ficciones (1944),
entre los que está El Sur y El Aleph, ya comentado en este silencioso
blog no muchos siglos atrás.
En El Sur nos encontramos con
muchas notas autobiográficas, como suele ocurrir en muchos de sus cuentos y,
este, no iba a ser la excepción, donde el mundo de Borges se muestra más claro
y oscuro a la vez, por eso este cuento, puede estar considerado como uno de los
más sublimes, según el punto de vista de los expertos en J.L.B., donde combina,
de forma genial, la fantasía y el realismo.
El
protagonista es Juan Dahlmann, que trabaja como secretario en una Biblioteca
Municipal de Buenos Aires, donde por parte materna tiene sangre criolla, ya que
era nieto de Francisco Flores, soldado de infantería, que murió en uno de los
enfrentamientos que hubo con los indios de Catriel, recuperando con toda la
alegría del mundo una casona familiar en el Sur del país.
Un
día que volvía a casa, tras haber adquirido una edición de ‘Las mil y una
noches’, se mete una buena castaña con el batiente de una ventana. En un
principio, aunque ha sangrado bastante, no le da la importancia debida, pero a
la llegada de la noche el asunto empeora y, tras unos días bastante malos, los
médicos deciden el tan temido traslado al hospital, donde le realizan una
intervención quirúrgica.
Cuando
Dahlmann despierta asocia el lugar donde está con el mismísimo infierno,
despreciando no solo su enfermedad, también la debilidad que domina el cansado
cuerpo que soporta sus penas. Un poco más tarde el médico le dice que ha estado
a punto de morir, debido a una septicemia, llora alegrándose después cuando le
comunican que le darán muy pronto el alta médica y, podrá pasar la
convalecencia en el ansiado Sur.
Durante
el trayecto mezcla el viaje con los sueños, llegando a la conclusión que ese
viaje hacia su querido Sur también es un viaje hacia el pasado, y que el tren
donde se encuentra no es el mismo que el del principio. El viaje se va
complicando o cambia a más extraño cuando un revisor le comenta que el ferrocarril
no parará en el lugar habitual, (vaya lío, pero tranquilos, este spoiler por mi
parte no es así, todo se aclarará al debido tiempo) primer misterio de la lectura,
la parada será en la siguiente estación, y ahora es cuando la situación empieza
a complicarse. En la parada al no haber transporte tiene que caminar una
considerable distancia hacia el verdadero final del viaje.
En la cantina cree reconocer
al responsable de la misma, pero no es así, confundió su rostro con uno de los
trabajadores del hospital, (segundo misterio) además, asegura
que no le conoce de nada, cuando en realidad no es así, (tercer
misterio). Se queda a comer y en la cantina del lugar tan solo hay un
grupo de jóvenes que comen y beben, (cuarto misterio) y, en el
suelo, apoyado contra la barra un viejo gaucho que parece
no pertenecer a este tiempo, (quinto misterio) o tal vez sea…
¿uno de esos personajes que aseguran viajar en el tiempo?
Dahlmann mientras termina de comer
nota que les jóvenes de la mesa cercana le están tirando migas de pan a la cabeza,
claro, hay que joderse, y con razón, pero no lo hace, saca su ya conocido
ejemplar de ‘Las mil y una noches’, pensando en
Serezade. Lamentablemente los personajes de la mesa de al lado siguen “erre que
erre” y siguen dando en el blanco en la persona del infortunado hombre, con la
miga de pan de los cojones. Como no quiere broncas se larga del
lugar, donde las circunstancias ya empezaban a calentarse. Cuando lo
hace, el posadero le llama por su nombre, (sexto misterio).
Jodido de narices comprende
que el dueño le conoce, al igual que los tocagüevos de los tira
migas de los cojoncillos, tomándose la ofensa como ‘algo muy personal’. El resultado
os lo podéis imaginar. Acercándose a la mesa les pregunta que coño pasa. Uno de
ellos, el cabecilla, el más matón de todos se levanta, saca un cuchillo y le
amenaza. ¡Ya está liada! El posadero, como quien no quiere la cosa les dice que
Dahlmann no va armado. En ese momento es cuando el viejo gaucho, que está
tirado en el suelo, le lanza un cuchillo al bibliotecario, que queda a sus
pies.
Cuando agarra el puñal se da
cuenta que con su acción acepta el duelo. No sabe manejar un cuchillo, nunca se
peleó con nadie de semejante manera. Comprende que es un hombre muerto, que es
mejor morir así que haberlo hecho en el hospital de las narices, (séptimo
misterio). Sale por tanto a la calle para enfrentarse con su rival… ¿Es un
valiente o tan solo un estúpido?
Resolviendo
misterios:
Podemos decir que este relato
es fantástico, aunque Borges dice de él que también puede leerse como una
novela. ¿Nos está sembrando la duda? Tú decides, pero aclararemos uno a uno
todos estos misterios que hemos ido dejando en el aire.
Antes de comenzar
despejaremos una gran clave, claro está que esto es siempre desde mi punto de
vista, y pienso que nada de lo que ocurre es real, y tampoco es una
alucinación, porque Dahlmann murió realmente en el hospital, y el viaje que
realiza hacia el Sur es una alucinación de como en realidad le gustaría haber
muerto. ¿Queda claro? Así que, entre la fantasía o realidad debes de decidir el
tema que más te gusta, también esto es algo típico en Borges.
Resolvamos ya de una vez los
misterios planteados hasta ahora, para parafrasear después una de las frases
más famosas y detectivescas, el “Elemental querido Adso” de Guillermo
de Baskerville, cuyo autor creó al personaje de Jorge de Burgos, inspirándose
naturalmente en Borges.
Primer
misterio: El tren se detendrá en otra estación, no
en la que corresponde.
Intuimos con
esto que Dahlmann no se va a curar durante la estancia en su querido Sur,
porque durante el trayecto ha entrado en otra dimensión, en otro tiempo digamos
que transversal, para morir como lo hicieron sus antepasados, haciendo honra
del orgullo criollo.
Segundo
misterio: Cree confundir al cantinero con uno de los
trabajadores del hospital.
Esto lo podemos enlazar con
el momento en que Dahlmann está en el sanatorio, pues sigue ahí, no se ha ido
todavía. Como hemos mencionado antes y, con la necesidad de volver a repetirnos
volvemos a decir que, ese era el viaje que quería hacer, el lugar donde quería
estar, por tanto todo es una alucinación que le ocurre en el hospital antes de
morir.
Tercer
misterio: El posadero le conoce, sí
sabe quién es.
Esto demuestra dónde está la
mente del protagonista en esos instantes. Viajaba muy lejos del hospital, su
mente le dice que debe morir, no anónimamente en un dispensario médico de la
capital argentina, sino como un reconocido criollo, como lo fueron sus
familiares por parte materna.
Cuarto
misterio y quinto misterio: En
el suelo, apoyado junto a la barra, se encontraba un viejo gaucho.
Con esto Borges enfrentaba el
pasado (gaucho) con el presente (bibliotecario). La lucha entre lo que fueron
en el pasado (criollos) y lo que son ahora (capitalinos). Ese pasado familiar
con el que se enfrentaba ahora. El viejo gaucho se presentaba como el abuelo
fallecido en la lucha contra los indios, pues era el militar Francisco Flores.
Sexto
misterio: El posadero le llama por su
nombre.
Desde la muerte
se da cuenta que su verdadero ser es el alma criolla, no el espíritu que está
metido en su ya inerte cuerpo, que viaja hacia el Sur para dejar allí el
orgullo criollo, con el que quiere ser enterrado.
Séptimo
misterio: Agarra el puñal que le tira
el viejo gaucho.
Se cierra por
fin el círculo, todo queda terminado. Es reconocido por fin aquello que tanto
ansiaba, pues perteneces a una de las mayores estirpes habidas en Argentina, la
criolla.
Datos
autobiográficos en “El Sur”:
Todos los autores, hasta los
desconocidos como yo, solemos poner datos autobiográficos en nuestras obras,
por muy malas que sean. Borges no podía ser una excepción, veamos unos
ejemplos, y no creo que en esto tenga para nada tenga que ver con eso que
llaman narcisismo.
Dahlmann era bibliotecario,
Borges fue nombrado director de la BNA con 55 años. El protagonista se pega un
buen castañazo contra el batiente de una ventana mientras subía las escaleras,
absorto en la lectura de ‘Las mil y una noches’, y J.L.B. tuvo
una septicemia como le pasó al protagonista del relato por un golpe que se dio
en su juventud. Las similitudes comprobaréis que son varias, por lo que “El
Sur” debe de ser uno de los relatos más especiales para Borges.
Ultílogo:
Este Homero moderno siempre sobresaldrá por encima de los demás, por eso vuelvo a repetir las palabras que ya colgué por aquí alguna vez. ‘La memoria del hombre no es una suma; es un desorden de posibilidades indefinidas. El irrepetible argentino ratifica más mi pensamiento sobre el ser humano cuando comenta eso de, ‘uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído’. Visto lo visto, yo prefiero perderme siempre en ese jardín donde los senderos siempre se bifurcan...
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