El jardín de los senderos que se bifurcan

 



Corto de café: ‘Tomando una taza en un bonito jardín’.

 

“Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de los senderos que se bifurcan.

 

          Cuando publique esta entrada ya se habrá jugado la final del mundial de fútbol Qatar2022 –el mundial de la vergüenza- del cual no merece la pena hablar. Dos naciones, Argentina y Francia de disputarán el cetro del ‘maldito fútbol’ universal. Me da igual quien gane, (escribo estas letras un 16 de diciembre) pero hago esta introducción porque hoy nuevamente toca hablar de Borges, ‘el antifútbol’, así que como la ocasión la pintan calva me lanzo al ruedo de cabeza, sin pensármelo dos veces,  y como el Espíritu Santo es argentino (Borges, Francisco y Maradona –porque era el más humano de todos- toca hablar por narices de uno ellos, en este caso de mi Jorge de Burgos particular y grande entre los grandes, que responde al nombre de… Borges.

“El consejo de siempre doblar a la izquierda me recordó que tal era el procedimiento común para descubrir el patio central de ciertos laberintos”.

          Tomamos una taza de buen café en el exterior de una casa, desde un prominente lugar podemos contemplar ese jardín donde los senderos se bifurcan, dándonos a pensar multitud de situaciones, que dan cabida a confusiones y cientos de respuestas, si es que las hay y las podemos encontrar, eso ya es lo más difícil.

          Borges tiene toda la razón del mundo. Un hombre puede ser enemigo de otros hombres, pero nunca de un país. Cuando se va desmenuzando la historia a medida que vamos avanzado en la misma nos queda más claro una cosa, qué es ese dichoso sendero donde todo se bifurca. Ts’ui Pen montó un lío ‘cojonudo’ al diseñar ese maldito laberinto que nos trae de cabeza. No solo se limitó a diseñar un laberinto, no un laberinto cualquiera, ideó el mejor laberinto del mundo. No se conformó con ello, también escribió el libro más caótico jamás creado, así que la montó parda con esa pareja de ingenios salidos de su pensante persona. Hay que joderse, creando de esta manera una mayor confusión con todos aquellos que le rodeaban.




“Me pareció increíble que ese día sin premoniciones, ni símbolos, fuera el de mi muerte implacable”.

          Pensando, pensando, se descubre que estas dos obras son la misma cosa, (el libro y el laberinto van unidos) convirtiéndose en un solo objeto. Con el laberinto nadie dio, ni lo descubrió, con el ejemplar escrito de puño y letra llegó a ser tan ambiguo y difuso que puede darte a entender una cosa, que el libro es el laberinto.

          Ts’ui Pen quería construir un laberinto que fuera infinito. ¿Cómo un libro puede ser infinito? Creando un libro –valga la redundancia- que la última página fuera idéntica a la primera, convirtiéndolo en un volumen cíclico o circular.

          El jardín de los senderos que se bifurcan era la novela caótica, los varios porvenires que significan la bifurcación del tiempo, no en el espacio. Es decir, cuando en una ficción un hombre se enfrenta con diversas alternativas opta por una y elimina las otras, -como nos sucede en la vida la mayoría de las veces- sin embargo, en el libro de Ts’ui Pen ese hombre opta por todas, creando de esta manera diversos porvenires., consiguiendo con esto una imagen incompleta pero no falsa del universo, creando una infinita serie de tiempos. Dicho de otra manera y hablando de forma más clara, ‘el tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros’.




Ultílogo:

          No sé quién ganará el mundial, ni lo sé, ni me interesa. Creo que en este extraño mundo donde el deporte, lleno de dioses –que como seres humanos que son también meten la pata- domina a una parte de la humanidad, cada día más loca, pendiente de distracciones que no llevan a ninguna parte, y donde la mayoría de los mortales volcamos nuestras frustraciones… prefiero hacer caso al más inhumano de todos, a un genio de las letras y amante de los libros y las librerías como es Borges, ‘el antifutbol’.

 


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