Amor y morriña

 


     “La Kátharsis” de Aristóteles, es la facultad de la tragedia de redimir al espectador de sus propias bajas pasiones, al verlos proyectados en los personajes de la obra, y al permitirle ver el castigo merecido e inevitable de estos; pero sin experimentar dicho castigo él mismo. La definición en sí, está perfecta, pero vamos a comprobar o mejor dicho ver, como afecta esta  kátharsis a los personajes de “Amor y morriña”, la lectura efectuada en nuestro club de Gijón-Sur, donde hemos quedado admirados de la personalidad y calidad de texto de Theodor Kallifatides, nacido en Grecia en 1938 y emigrado a Suecia en 1964, país donde logró consolidar su carrera literaria, autor de títulos como ‘El asedio de Troya’, ‘Madres e hijos’ y la trilogía de ‘Campesinos y señores’ o ‘El arado y la espada’.    

       Cristo -el protagonista de la historia-, es un estudiante griego con una beca en Suecia, para estudiar historia del pensamiento o de las ideas en la universidad, cumpliéndose de esta manera uno de sus sueños y, en la ciudad de Estocolmo, lugar de acogida y residencia se ‘enamora de la chica de la cámara’, y no podrá quitársela de la cabeza. No cediendo ante ese impulso entendió que no debía ser como Simón el Estilita, ese santo varón que se pasó treinta años de su vida subido a una columna para no ceder a las tentaciones, estando así más cerca de Dios. Hay que joderse con las ideas de algunos, treinta y siete años “encalomado a una piedra”, en su última morada en las altura lo hizo a diecisiete metros más cerca del cielo.

     Así que, adentrándonos en esta historia, nos encontraremos con una serie de personajes desahuciados de sí mismos, exiliados interiormente, que con más o menos éxito, también valor, huyen o se enfrentan a su pasado, a ese presente que es tan difícil de cambiar, en un país que le recibe con los brazos abiertos, (eso ya lo dije antes) en el cual tienen que integrarse, la mayoría de las veces con un trabajo precario, como sigue sucediendo en la actualidad, (que poco hemos avanzado en ese aspecto, y todo gracias a nuestros gobernantes, con unas políticas de tres al cuarto) pero siempre con una frase grabada a fuego en la cabeza, una que no se irá nunca, y eso que Cristo, el protagonista de toda esta cuestión es un exiliado político, de un régimen donde tras las cortinas no es que haya un cotilla, ¡que va!, está escondido un espía, un chivato que te tocará las narices, jodiéndote pero bien, un espécimen que podría convertir tu vida en una mierda por siempre jamás. Bueno, no quiero irme por las ramas, pero esa frase que mencionaba antes y todavía no dije es que, “uno vive también exiliado de sí mismo”, con penas dolores interiores y pesadumbres que nunca se irán. Las pena es jodida y muy difícil de curar.

Theodor Kallifatides, el autor de esta historia



    En la novela nos queda clara otra cuestión más, si el presente es jodido, el pasado lo es aún más, y uno lucha por cambiar y mejorar el presente, pero el pasado nos busca con la misma rapidez que un zorro persigue a una coneja. “La vida no es ese camarero que va recogiendo pedidos”, es todo lo contrario, puede resultar ser ese cartero que en vez de repartir las cartas, reparte hostias a diestro y siniestro, como los protagonistas de la historia, que encaran, esquivan y superan las adversidades como pueden, en un buen ejemplo de resiliencia, mientras que el amor… el amor puede resultar una auténtica bomba de relojería, sobre todo “la chica de la cámara”, esa que mencioné la principio de esta entrada, el personaje con el cual Cristo se enamora y vive unas experiencias muy genitalizadas (esto no es un spoiler, es una realidad como la copa de un pino)- Kallifatides desarrollará una trama que no describirá para nada el paisaje sueco, ni la sobriedad de sus gentes, tampoco esos aburridos muebles de los que tanto presumen, ni de los cojonudos camiones Volvo y Scania, que fabrican, (porque #yopesocamiones y de eso entiendo un poco). Te describirá el paisaje interior de las personas, ese que nunca vemos a primera vista, ese que nunca aparece en las guías turísticas, si es que alguna vez queremos ir a conocer las tierras vikingas. Una anotación, las escenas del autobús nocturno merecen mucho la pena, son para releerlas dos y tres veces seguidas.

       Cristo, ese esmirriado y filosófico griego realizará un camino lleno de curvas, digno de cualquier aficionado a las motos, que irá trazando poco a poco y según le vienen las circunstancias, su end of the road, ese final del camino, lo puede ver con facilidad (en ocasiones, jobar, parece que me estoy contradiciendo) pero parece que nunca llega por las habituales zancadillas de la vida misma, “cuanto escoge la vida por nosotros y lo poco que escogemos nosotros de la vida”, no puede haber mejor definición- ¿Sabéis una cosa? Quizás, perseverando, puede llegar ese éxito que tanto esperas, siempre con los versos del poeta griego Constantinus Kavafis como música de fondo, porque nuestra Itaca particular nos debería hacer disfrutar de ese camino hacia el paraíso personal que tanto ansiamos, pero el camino de Cristo está lleno de espinas, no es para nada agradable, las delicias del mismo han quedado para otros, todo un contraste.

“A veces la vida es una mordedura de serpiente. El veneno tarda poco en matarnos”


¿Qué es en realidad Ítaca? Ítaca es la odisea qué vivimos en nuestras vidas, cada proyecto que efectuamos, las experiencias, nuestros amores, aventuras y desventuras y, que gracias a todo eso, estamos aquí.


     Ya para finalizar diré algo más, si es que habéis aguantado hasta aquí esta perorata sueco-griega que estoy comentando. En “Amor y morriña” descubrimos la verdad de la vida a través de las preguntas, y que Kallifatides ni juzga, ni disculpa a ninguno de sus personajes, porque antes de juzgar, debemos comprender. Como le dijo una vez su madre (a Kallifatides), “vive lo que tu alma aguante”.

Club de Lectura Gijón-Sur



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