Un cuento provenzal: Los misterios de Udolfo (fragmento)
Góticas tenebrosas (2): La
fatalidad se mete en el armario sombrío, y frunce el ceño, abre las puertas y
me invita a entrar, el eco de su voz sobrevuela, y me muestra un destino
indecible.
Desde el lado oscuro de la fuerza, en este caso
de la literaria más tenebrosa femenina aparece en estas silenciosas líneas, que
nadie lee Ann Radcliffe, describiendo un mundo de inocentes muchachas,
encerradas bajo oxidadas llaves en castillos de lo más lúgubre, con señores que
todo lo pueden, con derecho a la vida y a la muerte, con un estilo muy marcado,
entre los que destacan títulos como “Los castillos de Athlin” o “Dunbayne”,
siendo de esta forma y, con todo el derecho del mundo a ser por derecho
propio la verdadera fundadora del llamado ‘terror gótico’, destacando sobre
todo el título de la entrada de hoy, “Los misterios de Udolfo”, lectura
con muchos seguidores, entre ellos Jane Austen, que la parodió en ‘La abadía
de Northanger”, comentada por aquí mucho tiempo atrás.
Su
literatura, (que bien me ha quedado esto) influyó en la obra de varios autores
como, Walter Scott, May Wollstonecraft, -sí, lo habéis pensando bien, es la
madre de Mary Sally- Samuel Coleridge, John Keats, el gran Lord Byron,
Edgar A. Poe, Dickens, las hermanas Bronte al completo, un admirado por muchos
Henry James, Balzac, Víctor Hugo… casi nada menuda lista, esta sí que era una influencer
de verdad y no otros. Si os va un horror sin límites pues, no te límites,
acércate a conocer a esta autora y lo comprobarás por ti mismo, no hace falta
que yo ponga las palabras, ahí están los hechos.
Este
relato del cuento provenzal, sucede en una provincia de Bretaña, donde
vivía un noble varón famoso por su hospitalidad. En el interior de su castillo
podíamos encontrar a las más hermosas damas, caballeros valerosos e indomables,
una corte gloriosa junto a un invencible ejército. ¡Ah! Se me olvidaba una
cosa, tenía ocho trovadores a su servicio, que narraban con todo lujo de
detalles hazañas bélicas imposibles, leyendas árabes, y todo tipo de monsergas
de la época, todo ello acompañado de sus inseparables arpas.
Una
noche, habiéndose retirado a su habitación tras uno de los tantos banquetes que
celebraba, le sorprendió un individuo, un conocido caballero, de gran fama, que
apareció de la nada en sus aposentos, que respondía al nombre de Sir Bevis
de Lancaster para comentarle un terrible secreto, pero las circunstancias
del momento hicieron creer al noble varón que corría peligro, algo que le llenó
de terror, que poco a poco fue disipando.
Acompañó
al valeroso caballero hasta lo más profundo del bosque para conocer cual era
ese dichoso secreto, confidencia que podría afectar a su vida en sobremanera,
un futuro que dependía de una decisión, que él debería tomar sí o sí.
En el bosque, frente a él, se encontró el cadáver de un hombre, con un parecido
muy grande a…
Acepta
la propuesta del fantasmagórico personaje, decidiendo dar un paso adelante,
pues los acontecimientos vividos no podían haber sido reales, porque como dijo
el caballero. ‘Según le observéis o le abandonéis, tendréis para siempre paz
y felicidad, o guerra y miseria sobre vuestra casa’. El barón, nuestro
protagonista, una vez superado el susto y quitado el miedo del cuerpo, tomo la
decisión más conveniente.
No
voy a comentar aquí cual de las dos disposiciones tuvo en cuenta, ya sabéis que
para ese tenéis que leer el relato, y que los spoiler solo los hace la tía
Margarita, que cuenta todo tipo de detalles, incluidos los finales para
fastidiarnos la historia, así que mejor estaba encerrada dentro de la chimenea,
porque así estará bien calladita, y no nos dirá como le fue a la corte, junto a
las damas y nobles caballeros que componían el glorioso y conocido séquito del
barón de Brunne.
Ultílogo:
Si
las capillas hablasen quizás nos contasen muchos secretos, tras sus imágenes,
vitrales, tengo que poner esta palabra porque mi padre fue vidriero, fríos y
duros bancos de madera, se guardan multitud de historias muy interesantes y,
cuidado, no tienen por qué ser religiosas. Afinando bien el oído, quizás
pudieras oír muchas de ellas.
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